Editorial
Paisaje Cultural Cafetero:
13 años de contrastes
Se cumplen 13 años de la declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero (PCC) como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Si bien, es un reconocimiento que a todos nos llena de orgullo, existen muchos reparos a la concepción inicial de esta distinción.
Los municipios cafeteros han cumplido con los compromisos y responsabilidades asignadas, al aprobar los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), que conservan el paisaje y evitan de alguna manera el cambio de uso del suelo. Asimismo, cada día mejora la infraestructura cafetera, fruto del esfuerzo propio y de la institucionalidad, y con unos centros urbanos que conservan toda esa tradición heredada de los abuelos en arquitectura y otras raíces culturales. Se ha atendido un plan de manejo sostenible y sustentable definido por el gremio.
La respuesta del Gobierno nacional y de las instituciones internacionales, que supuestamente nos iban a llenar de dólares, no es muy visible. El paisaje está ahí porque hace parte de nosotros, de nuestra historia, de nuestra idiosincrasia. Una tierra que los verdaderos cafeteros aman y será muy difícil que se desprendan de ella.
Pero a 13 años de la declaratoria muchas de las amenazas que se detectaron por desgracia, se están cumpliendo. La primera de ellas, la disminución del área sembrada en café, y la segunda, no menos importante, el fenómeno del turismo con su incidencia en el medio ambiente y en el cambio cultural.
De acuerdo con estadísticas de la Federación Nacional de Cafeteros el área sembrada en toda la zona de influencia del paisaje, se redujo en un 27 %, unas 40.000 hectáreas aproximadamente. Solo en el departamento del Quindío, un 39 % de sus cafetales han desaparecido. En Caldas, el fenómeno es semejante con una reducción en el número de las fincas cafeteras del orden de 3.890.
A la anterior amenaza, hay que sumarle el turismo, desbordado en algunos municipios, en especial los del Quindío, con grave deterioro del medio ambiente y cambios de importancia en la arquitectura tradicional.
En la medida en que la principal actividad económica del paisaje vaya perdiendo importancia, la declaratoria entraría en situación de peligro. Aunque debemos recordar, que si bien el llamado Eje Cafetero ha visto reducida su área cafetera, otros departamentos han ganado en siembras y producción, como es el caso excepcional del Huila. Ampliar el área de la declaratoria no sería una idea descabellada.
Gozamos de una cultura única en el mundo, una esencia y una riqueza que debemos mantener, a pesar de todas las adversidades que se presenten. Es el legado de nuestros antepasados.
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