La profesión periodística arrastra serios problemas de salud mental: el 75% de los profesionales de la información reconoce que es un problema grave en el sector. Diversos estudios demuestran que la alta precariedad, las largas jornadas y el estrés laboral serían las principales razones.
Raquel C. Pico @raquelpico Tomado de Ethic.es
Poco después de ganar un premio Pulitzer por su trabajo con los papeles de Panamá, la periodista Mar Cabra tuvo que echar el freno. «Dejé mi trabajo porque ya no podía más», aseguraba años después en una entrevista. En medio de todo ese éxito profesional, de estar en la cresta de la ola periodística, las cosas no iban del todo bien en su vida. «Yo estaba en uno de los puntos más bajos a nivel personal», decía en esa entrevista. «Me encontraba agotada física y emocionalmente, porque demasiado estrés durante demasiado tiempo lleva a problemas de salud física y salud mental», explicaba.
Cabra era víctima del burnout. Si bien es uno de los casos más famosos y visibles —ella misma se ha convertido en advocate de la salud mental de los periodistas—, estaba lejos de ser la única.
Se suele decir que el periodismo es la profesión con más alcoholismo y tasa de divorcios. Probablemente sea un mito —convertir esa pieza de sabiduría popular que suele repetirse en las facultades en datos contrastados no es fácil—, pero eso no quita que la profesión muestre unos datos estadísticos en salud mental nefastos. Los medios están quemando a sus plantillas.
La pandemia hizo las cosas más complicadas, pero la salud mental en la profesión periodística ya se resentía antes del covid-19. Un estudio de la Universidad de Zaragoza había analizado en 2019 el estado mental de los periodistas en Aragón: 3 de cada 10 padecían ya estrés elevado y un 18% desgaste laboral. Lo interesante de la investigación era que evidenciaba que el estrés es la emoción por defecto entre los profesionales de la comunicación: un 69,9% mostraba índices bajos o moderados de estrés, que se sumaban a ese 30% que oscilaba entre los altos.
Las condiciones laborales de los medios son el mayor problema de la profesión, según la APM
El Informe Anual de la Profesión Periodística, que elabora cada año la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), muestra igualmente una tendencia mala en lo que a salud mental se refiere. Un 75% de los comunicadores y periodistas encuestados en la última edición considera que «el estado deficitario de la salud mental de los profesionales de la información es un problema grave o algo grave dentro del sector», como se lee en las conclusiones del informe, aunque luego les cueste reconocer que el problema les afecte de forma directa. Los datos son peores que en ediciones anteriores: en 2022, eran solo cerca del 70%.
Los datos específicos de España conviven con los estudios realizados en otros países y que confirman que estar quemados es casi el estado por defecto en el periodismo. En una investigación canadiense, el 69% del personal de medios reconoció que padecía ansiedad y un 46% depresión. Otra del Reuters Institute for the Study of Journalism y la Universidad de Toronto concluyó que el 70% muestra síntomas de algún tipo de malestar psicológico. Un 11% tendría, de hecho, trastorno de estrés postraumático.
Pero, ¿qué es lo que ha llevado a que la salud mental del periodismo sufra tanto? La clave está en la propia naturaleza de la profesión o, mejor dicho, en las condiciones que imponen las empresas periodísticas. En un mercado ultraprecario, el estrés se multiplica y mantener una buena salud mental se hace cuesta arriba.
Las «jornadas largas y horarios difusos» son uno de los lastres de la profesión. En esto pesan las mitologías sobre el periodismo, como la que asume que no se puede tener un horario cuando lo que importa es la información —cuando en realidad las redacciones deberían tener personal suficiente para que se pudiese trabajar a turnos— o como la de que la profesión debe ser vocacional y por ello merecedora de todo sacrificio.
Pero, sobre todo, impacta el contexto. El Informe Anual de la Profesión Periodística acusa directamente a las «condiciones laborales de los profesionales» de la situación. Las condiciones son, según el mismo informe, de elevada precariedad (todavía «el mayor problema que sufre la profesión»), bajos salarios y modelos cuestionables. La APM habla, de hecho, de la subida de los llamados falsos autónomos: es decir, cada vez más periodistas a quienes se les pide que cumplan responsabilidades y horarios sin pagarles las prestaciones sociales correspondientes por ley. La investigación de la Universidad de Zaragoza también suma «el desajuste entre los valores de la organización y los propios valores del profesional». Esto es, no siempre en el periodismo se trabaja en un medio afín y esto suma desgaste.
Los problemas de salud mental de la profesión tienen consecuencias. Para quienes trabajan en los medios, implica un deterioro continuo que empuja al agotamiento. Según el informe de la APM, «un 22% de los periodistas contratados y un 16% de los autónomos confiesan sentirse a menudo agotados y se han planteado dejar su trabajo». Esto agrava la crisis del periodismo, puesto que no solo lleva a que desaparezcan voces sino también a que quienes se quedan en la profesión lo hagan en ocasiones saturados y sobrepasados. Es muy difícil hacer periodismo de calidad cuando se tiene un muy bajo salario y se vive en un pozo de estrés y ansiedad.