Editorial
El bien y el mal
Una de las definiciones más comunes, sencillas y claras de la ética, es aquella que habla de la disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano.
Por lo tanto, la ética estudia la moral, la virtud, el deber, la felicidad, y el buen vivir. Además, la manera como se justifica racionalmente un sistema moral y en qué forma se debe aplicar, en los diferentes ambientes de la vida personal y social.
Consideramos la ética como una ciencia, porque está íntimamente ligada a un modelo de conducta humana de un valor superlativo. Por eso a la ética le interesa lo bueno o lo malo de la conducta humana, para hacer el bien y evitar el mal.
De acuerdo con la Real Academia Española, la ética se define como la parte de la filosofía que trata sobre la moral y las obligaciones que poseen los hombres. A su vez, explica que es un conjunto de normas morales que rigen a la conducta humana.
Todo lo anterior para que abordemos ahora algunos conceptos del magín del inglés George Orwell, el escritor más influyente del siglo XX, autor de la obra La Política del Lenguaje y que a pesar del paso de los años, siguen vigente y se debe repetir permanentemente con la esperanza de superar aviesas costumbres y lo quiero traer hoy a colación en esta columna porque contrasta exactamente el concepto de ética con lo que vemos diariamente en todo el mundo, sin que se escape nuestro país y es exactamente la ausencia definitiva de principios éticos y morales, ausencia que da origen a la tan cacareada corrupción que cada vez es más común y cada vez es menos controlada.
Planteó Orwell que el poder corrupto devalúa el lenguaje y el lenguaje devaluado exacerba la corrupción inicial. “El efecto puede convertirse en casa, lo que refuerza la causa original y produce el mismo efecto en forma intensificada”
Para el inglés, muchas palabras han perdido su verdadero significado y se refiere al término democracia, el cual ya no significa nada y se usa para justificar desafueros y abusos de poder, incluso el totalitarismo.
Según Orwell la palabra igualdad se usa para justificar lo contrario, dar una apariencia de desprendimiento a los privilegiados.
El lenguaje político, anota George Orwell está diseñado para que las mentiras suenen veraces y los crímenes parezcan respetables. Cualquier parecido con la política colombiana, es mera coincidencia.
Fácilmente podemos deducir que nuestra cultura indudablemente define la manera como nos comportarnos y muchas veces creemos que nos estamos comportando correctamente sin importar que estamos haciendo daño a la sociedad, como cuando desde los primeros años con toda naturalidad nos acostumbramos a arrojar la basura al suelo, no tratamos bien a nuestros amigos, no actuamos honestamente, nos acostumbramos a dichos comportamientos y lo seguimos haciendo con toda naturalidad, como si fueran lo correcto.
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