EL ESPACIO URBANO Y LOS MONUMENTOS DE ARTE PÚBLICO. Alberto Moreno Armella

Dos casos de estudio: La Plaza de Bolívar y sus monumentos en Bogotá y Manizales.

Alberto Moreno Armella Fotos | Laura Aguilar Gaitán | LA PATRIA
Fotos | Laura Aguilar Gaitán | LA PATRIA

Con anterioridad a 1846 la plaza central de Bogotá había recibido el nombre de Plaza Mayor desde 1539 y, posteriormente, el de Plaza de la Constitución hasta 1846. Durante los poco más de trescientos años transcurridos entre estas dos fechas, la plaza central de la ciudad sufre una serie de transformaciones. Desde el año de 1580, el único monumento erigido en la plaza fue una fuente de piedra sobre la cual una pequeña escultura representaba un niño que, según algunos historiadores, se trataba de San Juan Bautista, conocido popularmente como El Mono de la Pila.

Con la llegada de Pablo Morillo, el pacificador, las gentes de la ciudad fueron obligadas a empedrar la Plaza Mayor en 1816, posteriormente una serie de intervenciones y cambios la llevan a albergar jardines y fuentes luminosas, alternadamente, hasta 1960.

Dos hechos destacan de entre las transformaciones, cambios y adiciones efectuadas sobre la Plaza de la Constitución; primero, en 1846 fue reemplazada la fuente conocida como El Mono de la Pila y en su lugar se erigió la estatua del Libertador Simón Bolívar, obra de Pietro Teneranni sobre la cual nos extenderemos más adelante. Este hecho trajo consigo el cambio de nombre de Plaza de la Constitución por el de la Plaza de Bolívar. El segundo hecho de importancia ocurrido en 1880 fue la sustitución del pedestal original, diseñado por Teneranni, por otro del escultor Lambardi, este pedestal fue considerado: “…de estilo churrigueresco, mal gusto estético, lleno de escudos, de plaquetas, de águilas, y de leyendas. Afortunadamente, cuando en la reconstrucción de la Plaza en 1928, fue revivido el pedestal de Teneranni bajo la dirección del Maestro Roberto Pizano, ya no en mármol sino en piedra arenisca para ponerlo en armonía con la fábrica del capitolio”.

La relación de los hechos anteriores permiten inferir que el proceso descrito ha sido, en mayor o menor medida, el mismo que se dio para todas las plazas-parques que se establecieron en las fundaciones de las ciudades colombianas desde la conquista hasta nuestros días. Afirmación que se apoya, en el hecho de que las fundaciones obedecían, en sus trazados, a una serie de normas conocidas como Leyes de Indias que en su parte sobre trazado urbano definían el emplazamiento del nuevo asentamiento a lo largo y ancho de dos ejes, norte-sur y este-oeste y en cuya intersección se localizaba la plaza principal que debería cumplir funciones varias entre ellas la de mercado y espacio cívico.

La fundación de Manizales, con mayor o menor rigor, sigue el modelo de otras ciudades colombianas. El historiador Jesús María Restrepo Maya en sus APUNTES PARA LA HISTORIA DE MANIZALES, nos da varias claves de importancia, en el Capítulo VII, página 61, dice: “A mediados de 1848 se empezó, pues, a rasar el monte en el sitio que hoy ocupa la plaza principal, y se hizo lo que se llama roza de comunidad… la roza fue sembrada a principios de 1849 y se empezó inmediatamente la entrega de solares y construcción de casas”. Más adelante en el Capítulo IX página 67: “En la segunda mitad del año 1849, cuando ya se habían construido varias casas pajizas en la plaza y calles de la nueva aldea la cual unos llamaban PALESTINA y otros MANIZALES, empezaba a llamar la atención por la feracidad de sus terrenos…”

Finalmente, el caserío de Manizales es erigido Distrito Parroquial y a partir del 1º de Enero de 1850 se inicia la vida política y jurídica de la ciudad. La consolidación de la plaza o parque de esta ciudad queda expresada con la construcción del primer templo en el año de 1854,  deteriorado por los sucesivos movimientos de tierra entre 1870 y 1886. A partir de esta fecha se toma la decisión de construir un nuevo templo que ocupe la totalidad del área de una manzana o cuadra que, para la época, ya estaban definidas sus medidas en 64 metros de longitud, desde 1848 cuando se limpió el lote que ocuparía la plaza principal.

La construcción del nuevo templo, posteriormente catedral, se inicia con la colocación de la primera piedra el día 26 de Agosto de 1888, el diseño arquitectónico fue encargado al arquitecto bogotano Mariano Santamaría y según Restrepo Maya: “…se hizo todo de madera sobre cimientos de mampostería, con techumbre de hierro corrugado, y las paredes exteriores revestidas de láminas gruesas de hierro galvanizado”.

Este templo sería el que posteriormente fuera destruido por el incendio de 1926, pero antes de seguir adelante quiero resaltar un hecho de suma importancia para lo que pretendo demostrar.

En las páginas 93 y 94 de sus APUNTES PARA LA HISTORIA DE MANIZALES, leemos a Restrepo Maya: “El día once de Agosto de 1913, centenario de la proclamación de la absoluta independencia de Antioquia, decretada por el inolvidable dictador D. Juan B. del Corral, debían celebrarse entusiastas y solemnes festejos en el Departamento de Antioquia por tan fausto acontecimiento. El Departamento de Caldas, que se honra en ser de origen antioqueño, quiso tomar parte activa en las fiestas centenarias y lo hizo con júbilo entusiasta”. A continuación Restrepo nos describe las fiestas y eventos que se realizaron entre los días 10 y 17 de ese mes de Agosto, para finalizar diciéndonos que el día 17: “…por último, inauguración de un elegante KIOSCO en la Plaza de Bolívar, regalado a Manizales por la colonia Medellinense”. Lo anterior fue un paso más en la consolidación de la Plaza de Bolívar de Manizales, que junto a la fuente central ya define una tipología de parque-plaza.

Lo interesante en este proceso es observar las fotografías tomadas al sector entre 1897, año en que se determina la construcción del templo diseñado por Santamaría; en estas fotografías aparecen la fuente central, la nueva catedral al fondo, el parque-plaza con sus caminos peatonales sobre un plano inclinado que sube de la carrera 21 hacia la 22, pero no se aprecia ninguna estatua o monumento del Libertador Simón Bolívar. Posteriormente en la fotografías de 1926 a raíz del incendio, ya aparece la plaza transformada, el kiosco de 1913 y la estatua pedestre del Libertador Simón Bolívar. Esta estatua corresponde a una réplica exacta de la erigida en la Plaza de Bolívar de Bogotá en 1846, obras ambas del escultor Pietro Teneranni.

Es decir que la estatua del Bolívar de Teneranni del parque-plaza de Bolívar de Manizales, fue traída y emplazada en algún momento entre el año 1920 y 1926, como veremos más adelante, terminándose así de consolidar este espacio cívico en honor del Libertador. Claro está que el marco de la plaza quedará definitivamente conformado por las obras arquitectónicas que se realizarán en los años siguientes al incendio y, para el efecto, serán la nueva catedral gótica construida en concreto y debida al arquitecto francés Julien Polty y el elegante palacio de Gobernación diseñado por el arquitecto norteamericano John Wotard.

Como podrá apreciarse la Plaza de Bolívar de Manizales tiene un desarrollo y transformaciones semejantes a las sufridas por la misma en Bogotá, reflejándose en ambos casos, la dinámica evolutiva de los miembros de sus sociedades en sus procesos de modernización.

Hasta aquí he mencionado en dos ocasiones al escultor Pietro Teneranni y a su escultura pedestre en bronce del libertador Simón Bolívar; veamos un poco de quien se trataba según Alberto Urdaneta: “Teneranni nació en Torano, cerca de Carrara, en 1789. Discípulo aventajado del gran escultor Canova, se educó en la escuela clásica, que continuó cultivando la nítida ornamentación griega. Teneranni fue profesor de la Academia de San Lucas y de las Bellas Artes de París en 1844. En Bogotá, Caracas, Lima, Pissa, Munich y Roma se conservan y admiran sus obras”.

En el tomo 14 de la HISTORIA DE COLOMBIA, de la Editorial Salvat, de 1988, en el capítulo correspondiente a El Arte de la Época Republicana escrito por E. Sánchez Conca, en la página 1.671, se lee lo siguiente: “Quizás sea Pietro Teneranni (1789-1869) el artista extranjero más influyente de la primera mitad del siglo XIX. De este capítulo de Canova puede decirse que es el escultor de Bolívar, pues realizó una larga serie de obras que tienen como objeto al Libertador. Suya es la estatua de la Plaza Mayor de Bogotá, que lleva también su nombre, y que se considera la más lograda de las esculturas dedicadas al caudillo de la independencia”. (El subrayado es mío).

Varios son otros testimonios y conceptos estéticos emitidos por reconocidas autoridades de la crítica e historia del arte de nuestro país que coinciden en afirmar que la obra del Bolívar de Teneranni es la mayor representación iconográfica del libertador. A manera de ejemplo, citemos algunos ejemplos; Alberto Urdaneta, Bogotá 1845-1887, fundador del Papel Periódico ilustrado, en su ensayo ESTOMATOLOGÍA O ENSAYO ICONOGRAFICO DE BOLÍVAR nos informa que: “…no debemos olvidar por un momento que ésta, que es la mas bella estatua del Libertador, la debemos a su íntimo amigo, al notable filántropo, al señor de D. José Ignacio París, quien, empapado en las glorias de la magna época, …”. “Consiguió el señor París, por su buen gusto y su amor a las artes, …no solamente la estatua que de Teneranni poseemos en Bogotá, sino imponerlo al corazón de aquel artista, y hacer que más tarde produjera la de Lima, la de Caracas y la que debió servir para depositar al corazón del héroe en la Catedral de Bogotá”.

Igualmente podemos citar a Daniel Ortega Ricaurte quien en su RELACIÓN DE ESTATUAS, MONUMENTOS Y BUSTOS, de ca. 1938, que se refiere a la estatua del Libertador Simón Bolívar así: “En el centro de la Plaza de Bolívar se encuentra la más bella obra de arte de Colombia y una de las mejores de América; fue modelada por el gran escultor Pietro Teneranni, y donada en 1845 con destino a la Quinta de Bolívar, por don José Ignacio París. La Ley Nº 12 de Mayo de 1846 “que consagra una estatua a la memoria del libertador Simón Bolívar”, aceptó la donación de París y ordenó que fuera erigida en el centro de la “Plaza de la Constitución”, donde estaba el famoso “mono de la pila”. Fue inaugurada el 20 de julio de 1846…”.

Existen otros relatos como el publicado por Jorge Lagos Mendoza en columna periodística de aproximadamente 1946 titulada “La Estatua de Bolívar – después de 100 años”, que a mi parecer es el resultado de una imaginación afiebrada por la admiración al Libertador y al escultor Teneranni, al punto que llega a afirmar que éste a conocido personalmente a Bolívar en la ciudad de Génova: “seguramente cuando Bolívar llegó a ella procedente de Roma donde acababa de hacer sobre el Monte Sacro formal juramento de libertar a su patria”.

Más recientemente podemos remitirnos al DICCIONARIO DE ARTISTAS DE COLOMBIA, de Carmen Ortega Ricaurte, reedición de 1979, en la que la notable historiadora del arte colombiano nos define así al Bolívar de Teneranni: “La escultura es de tamaño monumental y representa a Bolívar vestido con las divisas militares, adornadas con bordados. Lleva en el pecho una medalla con la efigie de Washington. Tiene la cabeza descubierta y sobre sus hombros una capa. En la mano izquierda sostiene un papel medio enrollado que es la Constitución que le dio a la América Meridional. En la derecha lleva la espada con la cual libertó las cinco repúblicas”.

A continuación la historiadora nos describe y define los cuatro relieves que van adosados en cada lado del pedestal original, diseñado por Teneranni; en éstos se narran pasajes y situaciones del proceso existencial del libertador. A este pedestal se refiere Daniel Ortega Ricaurte en su RELACIÓN DE ESTATUAS, MONUMENTOS Y BUSTOS, cuando menciona su restauración en 1928, con motivo de la reconstrucción de la Plaza de Bolívar de Bogotá.

Finalmente, entre 1831 y 1867, Pietro Tenaranni realiza un busto en mármol, en 1831, instalado en el Panteón de los Próceres en Popayán; dos versiones del anterior en mármol, para el Palacio de Nariño, en 1836, el otro para el Banco de la República en Bogotá en 1842. La primera estatua pedestre que se hace sobre Bolívar, teneranni la realiza en bronce en 1842 y es instalada en la Plaza de Bolívar de Bogotá, una segunda versión de la anterior, igualmente en bronce, fue instalada en la Plaza de Bolívar de Manizales entre 1920 y 1926. El mismo Bolívar pedestre pero de mayores dimensiones, esculpidas en mármol, se encuentra una, de 1852, en el Panteón Nacional de Caracas y la otra versión, de 1867, erigida en el Altar de la Patria de San Pedro Alejandrino en Santa Marta.

En relación con la estatua de Bolivar erigida en la Plaza de Bolívar de Manizales, tenemos noticia de que fue comisionada por el Congreso del Partido Conservador reunido en esta ciudad en 1919. Ya fallecido Teneranni, la réplica realizada con el mismo molde original usado para la de 1842, fue supervisada por el hijo del artista, Carlo, también escultor, siendo fundida en bronce en el Taller de Fundiciones A. Bastianelli de Roma el mismo año de 1919.

De lo expuesto hasta aquí, podemos concluir afirmando que las estatuas y esculturas de Bolívar modeladas por Pietro Teneranni no sólo son las más fieles a las características fisonómicas del prócer, sino que también son las que mejor reflejan el carácter y la actitud gallarda del militar y la magnanimidad y nobleza del ser humano que era. Desde el análisis plástico, son excelentes ejemplos de control de masas, dinámica, proporción y tratamiento de materiales y acabados.

En la parte inicial de este trabajo al referirme a las sucesivas transformaciones realizadas a la Plaza de Bolívar de Bogotá, hago énfasis en la fecha de 1960. Volvamos a ese punto y recordemos que en ese año se celebró el Sesquicentenario de la Independencia Nacional, por tal motivo se decide convocar a un concurso nacional para la remodelación de la plaza, otorgado al arquitecto Fernando Martínez Sanabria; en el informe el jurado del arquitecto Peter L. Hornbeck, Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Yale en los Estados Unidos, se exaltan las virtudes del diseño ganador y leemos lo siguiente: “…la historia de la Plaza de Bolívar es una muestra de evolución, con muchos empleos como centro cultural y político de Bogotá desde los días de la Colonia. Sin embargo, hacia 1950 este significado se había perdido por descuido y desgaste, y la plaza se convirtió en un garaje puntuado por los despejos de unas cuantas fuentes y, en ciertos días, por puestos de mercados. La pobreza cívica de esta situación dio origen a una competencia etc…”. Y más adelante: “… las condiciones de la competencia fueron observadas por los diseñadores: Un diseño apropiado al pasado y presente político de la plaza, eliminación de automóviles, propiedad de escala, carácter y materiales respecto a los edificios adyacentes, omisión de áreas de jardín en beneficio del carácter urbano del área, inclusión de la estatua existente de Bolívar y previsión para celebraciones nacionales y reuniones”. (El subrayado es mío).

Estoy convencido de que los requisitos enunciados al ser atendidos satisfactoriamente por el proyecto ganador constituyen, así mismo, las mejores virtudes del proyecto realizado. Me pregunto, porqué los patrocinadores del concurso y, así mismo el arquitecto proyectista, deciden dejar en la nueva plaza la escultura del Bolívar de Teneranni? La respuesta es evidente y no necesitamos extendernos mucho en ella, simplemente es porque unos y otro conocen y respetan las virtudes de la obra de arte que es la escultura pedestre en bronce de Bolivar de Pietro Teneranni y porque además, reconocen el valor significacional de la misma como elemento de memoria urbana de los habitantes de la ciudad de Bogotá.

A partir de 1960 y de la radical transformación de sus propias plazas-parques aún en casos en que las existentes cumplían funciones satisfactorias y constituían valores  significaciones e históricos. La ciudad manizaleña no escapa a estas tentaciones, sin duda, hay que aceptar que su plaza-parque de Bolívar se encontraba en condiciones semejantes a las enunciadas en la justificación de la convocatoria a concurso para su homóloga de Bogotá, con el agravante de ser un plano inclinado perfecto que alteraba la horizontalidad deseada en este tipo de espacios urbanos. En 1979 se hace la convocatoria nacional a concurso para la presentación en diseños alternativos para su transformación, resulta escogido el diseño presentado por el arquitecto Héctor Jaramillo Botero.

No conocí el informe de los jurados, pero si tuve la oportunidad de apreciar los proyectos y sus maquetas en la exposición que de ellos se realizó en la ciudad. Sencillamente, el proyecto seleccionado era el mejor, hoy día ya construido el nuevo proyecto pienso que algunos elementos propuestos originalmente que aún no han sido construidos, sería deseable que lo fueran, v gr. La continuación de la textura de pisos y peatonalización de las calles 22 y 23 hasta la carrera 23, espacialmente esta intervención lograría el efecto de encerrar e involucrar el volumen de la Catedral al espacio de la plaza. De otros elementos propuestos, como la prolongación del atrio de la Catedral por encima de la carrera 22, creando un puente o túnel, en buena hora no ha sido construido, pienso que sería desafortunado hacerlo.

Virtudes como espacio urbano? Todas. Correcta resolución de los problemas de desniveles, buen diseño de escalinatas que convierten la plaza en verdadero anfiteatro apropiado para la presentación de actos y espectáculos públicos, coherente uso de materiales. Todas estas y otras virtudes le han reintegrado a esta plaza su valor significacional, como verdadera sala de la ciudad. La proporcionalidad de los elementos y planos de referencia son coherentes entre sí y con la totalidad de los volúmenes que le sirven de marco de plaza.

Ahora bien, la composición general de la plaza está dada por un eje central de simetría que es el mismo del edificio de la catedral, desafortunadamente en el extremo opuesto a ésta, sobre la carrera 21, no se da ningún elemento claro de referencia o remate del eje; esta función la cumplen superficialmente tres astas de bandera. El Palacio Departamental, excelente obra arquitectónica que sería el remate ideal del eje de simetría, está desplazado hacia la esquina nororiental. De hecho, la misma arquitectura de este edificio y su carga de representatividad valor como para establecer su propio eje de composición y simetría, y en efecto esto sucede así, este eje se prolonga sobre la plaza creándose una doble axialidad que el arquitecto decide resolver localizando como remate del eje el pedestal elevado del monumento a Bolívar.

Tal como ya lo hemos afirmado, la Plaza de Bolívar de Manizales, contaba con una de las versiones de la estatua pedestre en bronce realizada en Roma y modelada por el escultor italiano Pietro Teneranni. No contó esta escultura con la buena suerte de su par en Bogotá, pues, desde el momento en que se toma la decisión de transformar la plaza, ya estaba en la cabeza de los patrocinadores del concurso, como en la del mismo arquitecto, eliminar el magnífico ejemplar de teneranni que poseía la plaza, la ciudad y por añadidura sus habitantes.

Las razones aducidas son tan deleznables que no vale la pena extenderse sobre ellas. Sin embargo, analicemos dos de las más recurrentes: Primera, que la estatua es muy pequeña y, segunda, que es la réplica. La primera podía ser válida en el caso de Bogotá donde la plaza es mucho más grande y sin embargo, el arquitecto resuelve el problema localizando el pedestal y la estatua sobre una plataforma elevada que le da realce. Pedro sobre todo, manteniendo la escultura a nivel del peatón-habitante de la plaza. En el caso de Manizales el problema de desproporción entre estatua y plaza no se da, el espacio y escala de la plaza son más reducidos pero al mismo tiempo, más recogidos. Lo cierto es que el pedestal en el que permaneció (provisionalmente durante ocho años mientras llegaba al que estaba en la mente de los patrocinadores y arquitecto) el Bolívar de Teneranni si era desproporcionado para la escala de la estatua, claro está que en ocho años en estas condiciones: una altura exagerada, fueron haciendo mella en la percepción que de su Bolívar tenían los habitantes de la ciudad, quienes finalmente, empezaron a creer en este argumento.

No sucedía lo mismo cuando esta escultura estaba localizada a altura de peatón en la anterior plaza, este problema, en la nueva plaza tenía soluciones alternativas, pero evidentemente se había preparado el terreno para un pájaro gigante llegara y se posara sobre el pedestal.

La segunda razón: que se trata de una réplica. Creo haber demostrado la validez de las réplicas como monumentos en la parte de este trabajo en que hago relación de las distintas esculturas modeladas por Pietro Teneranni entre 1831 y 1867. Reflexione el lector sobre las distintas versiones de estas mismas esculturas y por quienes fueron solicitadas y por los sitios donde fueron erigidas y se dará cuenta que el argumento es insubstancial cuando no ignorante. Tan auténtico y legítimo es el Bolívar de Teneranni de Manizales como el de Bogotá, donde podrían aducir el mismo argumento con relación al Bolívar de acá, que se trata de una réplica del Bolívar de Manizales y así poderlo desaparecer. Pero todo indica que esto no sucederá como no sucedió en el concurso de 1960.

Resta ahora, referirnos al nuevo, novísimo en realización porque en concepto resulta anciano, digo, nuevo monumento a Bolívar que fue entronizado oficialmente en la Plaza de Bolívar de Manizales el día 12 de Octubre de este año de 1991. Realizado por el escultor y mayor contratista de monumentos públicos que tiene nuestro país: Rodrigo Arenas Betancurt. Para comenzar, afirmo que estoy convencido que debe ser el mismo Libertador Simón Bolívar quien más se retuerce en su tumba al verse transformado de el tan admirado Bolívar-Teneranni al grandilocuente y exagerado Bolívar-cóndor-Arenas Betancurt.

El mismo estaba en mente de los patrocinadores y el arquitecto desde 1983.

*Investigación presentada a la Universidad Nacional de Colombia Seccional Manizales. Esta primera parte analiza los procesos de transformación de las Plazas de Bolívar de Bogotá y Manizales. Una segunda entrega considerará el Bolívar Cóndor de Arenas B.

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