ANTONIO MARIA FLÓREZ RODRÍGUEZ

“Forma parte del prolífico y exitoso Grupo de Manizales, con figuras tan relevantes como Octavio Escobar, Orlando Mejía, Adalberto Agudelo, Flobert Zapata, Orlando Sierra, Roberto Vélez y toda esa nueva camada de escritores caldenses que tanto está aportando a la literatura colombiana contemporánea”.

Nació en Don Benito (España), el  5 de julio  de 1959.  Hijo adoptivo de Marquetalia (Caldas). Es médico cirujano, especializado en Medicina Deportiva, Magíster en Drogas y doctorado en fisiología de la Universidad Complutense de Madrid.

Docente universitario, concejal y asesor de la Gobernación de Caldas, de los Ministerios de Salud, Cultura y Defensa, así como en varias organizaciones no gubernamentales de España y Colombia. Fue miembro del Consejo Departamental de Cultura y del Fondo Mixto de Promoción de Cultura de Caldas. Director de publicaciones del Fondo Editorial del Ayuntamiento de Don Benito. Miembro del Comité de Selección del Programa CREA de COLCULTURA y contratista del Ministerio de Cultura.

Columnista de la Agencia Enlace del Ministerio de comunicaciones. Como gestor cultural creó la revista Aurocarbónica, la Semana de España de Manizales.

Ponente en Congresos y Seminarios de literatura. Participante e invitado en varias oportunidades en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en la Feria Regional del Libro de Medellín y en la Feria Regional del Libro del Eje Cafetero.

Premiado y publicado en España, Argentina, Colombia y Brasil, algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, danés y catalán.

Actualmente se desempeña como Consultor del Ministerio de Protección Social y como médico de la selección Colombia de baloncesto y del equipo Piratas en Bogotá.

PRESENTACIÓN LIBRO DESPLAZADOS DEL PARAÍSO 
DE ANTONIO MARÍA FLÓREZ RODRÍGUEZ

                                        Grupo de Literatura Caldense

El pasado 22 de Julio a las 6:30, el Banco de la República fue una vez más el sitio de encuentro de seguidores y amantes de la Literatura. El motivo, la presentación del libro “Desplazados del Paraíso”, del poeta Antonio Maria Flórez Rodríguez.

Al evento acudió un público numeroso,  reconocidos escritores como Orlando Mejía, Adalberto Agudelo, Roberto Vélez, Octavio Escobar   y estudiantes que comienzan a apasionarse por la literatura. 
El libro ha generado diferentes apreciaciones entre los lectores, lo cual podríamos atribuir a la doble lectura de la que su autor habla, la  primera de ellas,” la historia de una pareja de desplazados que deja su pueblo y se va a la ciudad obligados por la violencia. Esta se convierte en una lectura bastante anecdótica y simple”. Una segunda lectura   podría ser,  “ese proceso que todo ser humano experimenta,  de conocerse,  de sufrir,  de vivir y transitar por la vida para llegar a x o y lugares,  el transito de la infancia a la adultez “.

La presentación del libro estuvo a cargo del escritor Octavio Escobar Giraldo, quien compartió con nosotros su texto ” Sobre Desplazados del Paraíso”. Finalizado el evento, las apreciaciones de los asistentes, algunas entrevistas, fotos,  la infaltable dedicatoria del libro y un café  que nos concedió con esa sonrisa carismática y agradable que nos brindó todo el tiempo. Hablamos entre muchas cosas, de sus influencias, de su estrecha relación con la medicina y la literatura, y hasta nos confesó cuál fue el primer libro que leyó.

Sobre DESPLAZADOS DEL PARAÍSO                                                     Octavio Escobar Giraldo

Un jurado que representa con justicia a tres generaciones -Juan Manuel Roca, Piedad Bonnett y Juan Felipe Robledo-, le concedió el Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Bogotá” al libro Desplazados del paraíso, de Antonio María Flórez.

Para quienes lo conocemos no es ninguna sorpresa: hijo de padre colombiano y madre española (“Mi madre / me daba besos / y mi padre libros; / así se me iba la infancia, / navegando en sueños.”), ya en 1980 había ganado en Argentina el premio continental de la Fundación Givré, y sus más recientes libros -La Ciudad (2001) y El arte de torear (2002)- se alzaron indiscutidamente con sendos concursos regionales.
Hombre generoso y vehemente (“La lidia es lucha. / Provocar, esperar y esquivar. / Ofrecer la vida sin cederla”), con una pasión por la letras que no excluye otras -la medicina, los deportes, la cocina, el cine y la política-, por lo que algún despistado se sorprenderá al verlo en el banco de un equipo profesional de baloncesto o defendiendo sus puntos de vista ante una comisión parlamentaria. Sus búsquedas y logros poéticos son igualmente admirados e incomprendidos, tal vez porque enriquece su ejercicio literario con influencias disímiles -la poesía española posfranquista (particularmente la extremeña), el rock/pop de las últimas décadas, el surrealismo y sus epígonos, las más recientes generaciones poéticas brasileñas y portuguesas, la Colombia vivida y leída-, o porque pese a los viajes y los muchos sueños perseguidos, siempre vuelve los ojos a sus patrias chicas -Don Benito en España y Marquetalia en Colombia-, o hacia Manizales, en donde maduró como poeta, sin el triunfal desarraigo de muchos escritores trasplantados a la capital (“Un café. / El periódico. / Y el camarero que me compadece”); en donde intentó una revista, Aurocarbónica, y realizó las Semanas de España. A nadie sorprende, por tanto, su insistencia en considerarse de lo que llama el grupo de escritores de Manizales. 

Desplazados del paraíso es su última estación, quizá la más medida y unitaria. Compuesta por cinco partes y cuarenta y cinco fragmentos, su intención narrativa aúna las experiencias personales y colectivas a través de un tejido poético muy trabajado, en el que las alusiones eruditas enriquecen un discurrir cotidiano que nos lleva del campo a la ciudad, de felicidades simples a un desarraigo con el que estamos tristemente familiarizados. Mientras los fragmentos en verso libre respiran silencio gracias a una disposición tipográfica que obedece a las convicciones estéticas del autor -también interesado en la pintura, particularmente en Salvador Dalí y su método paranoíco-crítico de creación, y artífice de un buen número de poemas objeto-, las prosas poéticas, casi todas referidas a la muerte, ganan peso mediante la adjetivación certera y el uso de la sinécdoque y la metonimia. Este contraste lleva al lector un paso más allá en el proceso de reflexión, convocatoria insoslayable desde las primeras líneas del libro, y al que contribuyen los epígrafes de Antonio Osório, Gabriel y Galán, Nuno Judice, Francisco Brines, Pere Gimferrer y el propio Antonio María, para nada gratuitos. A esta vocación de diálogo la complementa un humor muy dosificado que se filtra en enumeraciones, comentarios irónicos y rimas deliberadamente pueriles, y un maravilloso sentido del ritmo al que no son ajenas las repeticiones de palabras y sonidos.
Si fuera indispensable resumir Desplazados del paraíso, se me ocurren cuatro palabras: la memoria y los sueños, una y otros en medio, conciliadores, inmarcesibles; y la muerte y la vida como extremos de una línea en la que se agitan tanto las alegrías como las miserias, y que entrañan un intención ética nacida del dolor, registrada ya en la narración de la masacre de La Italia de su primer libro, El círculo cuadrado de 1987, y que por esos años se expresaba también en sus textos inmediatos sobre los hombres-bala. En 1996, en Antes del regreso, selección publicada en su natal Extremadura, precisamente antes de Paraíso, el poema que abre la primera parte del libro que nos ocupa, está País de caos:


Muchos hombres ahora caminan
en oscuros escuadrones
por los montes, por los suburbios,
preparando los fusiles y las bombas,
enterrando las minas,
alistando sus ojos de tigre

Los años han sumado a la denuncia un proceso de metaforización más profundo, sin que se debiliten los referentes cotidianos, y una luz de esperanza que brilla en el poema 14: 

Alguien tendrá que detener esto.
Alguien, no sé quién,
debería abrir alguna puerta de su morada,
-su corazón incluso-
y generoso decir, a pesar de sus heridas:
-Entra, esta es mi casa,
bebe de mi agua
y reposa para siempre de la huida.


Con la inconformidad y el tesón de los verdaderos poetas, desde la vida y en comunión con los libros, Antonio María Flórez ha depurado su palabra hasta conseguir que fluya esencial y auténtica, generosa e íntima, hispanoamericana y universal.

DESPLAZADOS DEL PARAÍSO
PARAÍSO

Un día de estos
cuando el tiempo no pase sobre el tiempo
Un año de estos
cuando el tiempo no sea tiempo
un siglo de estos
cuando la nieve
no sea invierno
ni el amor
la primavera
entonces podré decir
que el Paraíso
fue una hermosa ilusión
en la mente de Dios.

1

Ese lugar
que tú mencionas en tus sueños,
sigue ahí,
donde siempre estuvo.
Pero la lluvia aún no llega
para lavar las cenizas ni la sangre coagulada
de lo que fuera el dintel de tu casa.

2

Mi madre
me daba besos
y mi padre libros;
así se me iba la infancia,
navegando en sueños.

3

Para Javier Alberto

Aquellos niños miraban,
miraban,
miraban,
el corretear alegre de las hormigas
por el soleado sendero verde
de los potreros.
Nunca dudan de su destino
-las hormigas-,
pensaba uno de los chiquillos,
vislumbrando en su camino
el azaroso sentido de su existencia:
lo inexorable y trágico de su propio destino.

4

La abuela tenía muchos
pájaros enjaulados
en el patio de las palmeras;
todos ellos de variado plumaje
y exquisito canto: -petirrojos,
sinsontes, turpiales, azulejos-.

Siempre madrugaba
a cambiarles el agua
y a servirles papaya, naranja
o plátano maduro,
antes de atender sus asuntos de casa.
Algunas noches de luna,
antes de acostarse,
salía al patio,
abría las jaulas
y hablaba largo, muy largo con ellos.
No se conoce la materia ni el alcance de sus peroratas.
En todo caso, ninguno volaba ni cantaba
en ese punto, permanecían absortos,
engañados, con las alas mojadas;
y yo me preguntaba
¿es la negada libertad la afirmación de que el alma
se corrompe a través de los sentidos y las palabras,
o es ella un mero gesto ambiguo del silencio?

5

Agripina
duermevela y ronronea
a los pies de la abuela
después del almuerzo.
¿Con qué sueñan las gatas
de ahora y nombres de siempre,
si hoy no hubo queso, leche ni ratones
en el menú de la casa?
¿Será la eternidad del sueño su única ambición
o acaso el hambre la despierte para cobrar
venganza de Nerón -mi perro guardián-
y proclamarse emperatriz de mis dominios?
No hay certeza de ello,
pero en sus ojos he creído ver la espesura densa
del odio y el anuncio premonitorio de las traiciones.

9

Y llevan
en sus alforjas
algunas pocas pertenencias;
habitan en el día oscuros rincones
de caballerizas y galpones malolientes
y en las noches recorren sudorosos
caminos marginales de niebla
entre susurros y plegarias.
Al alba, siempre al alba, buscan riachuelos,
pequeñas fuentes de agua, donde sacian su sed
y se lavan la angustia de sus pieles rotas. A veces los peces tocan
sus cuerpos desnudos y se anegan de amor e inciertas promesas.
Se aman, se seguirán amando, buscando el mar o las ciudades,
así el miedo los obligue a seguir andando
con las alforjas ya vacías pero los sueños intactos.

13

Acostarse lentamente
sobre la hierba:
a morir o a soñar.
Así no más.

14

Alguien tendrá que detener esto.
Alguien, no sé quién,
debería abrir alguna puerta de su morada,
-su corazón incluso-
y generoso decir, a pesar de sus heridas:
-Entra, esta es mi casa,
bebe de mi agua
y reposa para siempre de la huida.

ANTES DEL REGRESO

  POEMA TONTO

Amarte  

me cuesta veinte centavos

todas las noches

colgarme media hora

del teléfono público

y una gran dosis

de imaginación

para suponer

que tus labios

desean besar el auricular

cuando te digo estupideces

y que tus ojos lejanos

siguen siendo azules

como mi máquina

de escribir poemas tontos.

 

POEMA VII

 El amor fue la esperanza del verbo,

así el silencio fuera al principio;

las miradas furtivas

y el tacto soñado:

la tiranía de tu cuerpo

ya ausente.

EN CÁMARA LENTA: Dos voces con Flóbert Zapata 

LA MEMORIA 


                                                                   Para Luis Abad GómezY Alberto Alzate
 
 Un hombre en la luz,
un sueño en la sombra.
Sí y no en el eco
de la duda.
Amor en los labios
sedientos
y odio en la memoria
de los cuerpos.
Hoy se apaga la vida
en este hombre
que ronda la muerte.
 
 

SONÁMBULO MI GRITO 


                                                                        A Octavio y Juan Carlos, Jirafas aurocarbónicas. 

Todo el mundo sube
colgando la luz
de los balcones.
Sonámbulo mi grito
caerá sin alas
al hondo vacío 
de las sombras.

LA  CIUDAD

BAJO TUS PIES LA CIUDAD

Bajo tus pies 
la ciudad se abre 
como un mero
accidente de asfalto,
y dudas si descender
a caminar al parque cercano, 
a Iván Blatny
al borde del aire.

Al final de la mañana
la luz se hace nostalgia
de la sombra
y te atreves por fin a cruzar
el umbral de la puerta de casa.
n el paso de cebra
el ruido se te antoja
trágico
y cifras tu dignidad
en sonreírle al guarda de tráfico
que detiene los autos
levantando la mano al cielo
para que tú puedas
cruzar la calle.
Y dudas si seguir
o regresarte a casa,
pero alguien que sale
sigiloso del museo
que hay en la acera de enfrente,
te dice al oído:
“Vengo de levantarle las faldas 
a las Meninas del Prado
y de tocarle el culo 
a una gorda de Botero.
¿Tú crees que soy feliz por eso?”.
Y recuerdo a Kevin Ayers,
porque muchas cosas pueden pasar
cuando vas por la calle.

Me dijo hasta luego, tarareando
una conocida melodía
del músico de Soft Machine:
“Doctor Sueño,
si te pones esta gorra de plata
coseré a ella mi corazón
porque con esta gorra te pareces
a alguien que conocí en un sueño.
Lo que tengo es lo que anhelo;
ardo alegremente por los sueños.”
Levanto mi mano para decir adiós 
pensando ¡qué loco está!,
y antes de subir al estribo del bus,
me grita:
“…Y no sé si hacer algo 
o no hacer nada”.

Velázquez debe estar confundido,
Botero ensimismado
y Ayers flipado.
Alguien ha robado los pinceles,
el bronce y la guitarra
que justifican el cambio del mundo.
La mano que oculta 
el sexo de las muchachas en flor
se devela en mitad del sueño:
exige que abra de par en par
las puertas del corazón 
a los inmensos pañuelos del olvido.

Y me recuesto sobre el asfalto
ebrio de dudas.

¿Porqué malgastamos el tiempo?
¿A qué tantas palabras confusas?
¿Qué quiero?
¿Adónde lleva este sendero?
“Este sendero no lleva a ninguna parte”,
me contesto sabiendo que la vida es breve
y que el amor es una estafa
como el agua turbia de la Cibeles
que anhelan mis labios resecos.
-¿Qué hago? ¿Qué hago?-,
me pregunto con insistencia,
levantando mi transparente cuerpo
del duro suelo por el que me arrastro.

¿Me vuelvo a casa?
Es indignante la lentitud
con la que se vacía 
mi cuerpo
de la huella trágica
de los erráticos caminos andados,
del azar del agua en mi boca,
de las preguntas sin respuesta.
No ha sido abril bueno
para el amor,
y peor será mayo
para mis pies
si no le pongo orden
a este confuso caminar
de la memoria
y al monótono trasegar
de las preguntas
y los recuerdos.

Amigo,
ven,
vamos al bar,
será mucho mejor
tomarnos otra cerveza.
Dudar si hacer o no hacer,
me ha dado sed.
¿Cambiar el mundo
o cambiarnos nosotros?
¿Liberarnos de qué y para qué?
Ay, si en este momento
encontrara la respuesta,
amigo,
no sé qué haría con ella.

ZOO

(Poemillas de amor antiecológicos) 

MIRADA

Si me miras,
reptaré desnudo
por la
P
A
R
E
D
como un avernícola 
por las
alcantarillas de la palabra.
Lujuria del verbo enajenado:
camaleón en los semáforos del gozo
aún espero la verde 
señal de tus ojos
para escupirte
la pestilencia
de las rosas mustias
y las cervezas agrias.
Mirad, 
de basura es su boca
cuando habla de amor

GRILLOS


En este amanecer
de solecillos
rojos
aperezados,
los grillos
anuncian el trabajo
del día
en los parques solitarios.
Anoche bebí
tu piel
sobre la hierba
y rompí los poemas
que quedaron en mis labios
después de las heridas.
Hoy sólo balbuceo
algunos versos, 
tristes como vidrios rotos
que barrerán 
las escobas del olvido.

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