Un homenaje a las víctimas del Palacio de Justicia y un recordatorio de la fortaleza institucional que prevaleció, incluso tras la tragedia.
El Palacio de Justicia sigue siendo un símbolo de valentía y esperanza, 39 años después de la tragedia que marcó un hito en la historia del país.
El 8 de noviembre de 1985, el Palacio de Justicia fue el escenario de una tragedia que conmocionó a Colombia. Hoy, 39 años después, el presidente de la Corte Constitucional, José Fernando Reyes Cuartas, conmemora a las víctimas y resalta la fortaleza de una justicia que sigue firme, a pesar de la barbarie.
Un Recuerdo Imborrable: La Tragedia que no Silenció la Justicia
El 6 de noviembre de 1985, el Palacio de Justicia de Bogotá fue escenario de una de las tragedias más oscuras de la historia reciente de Colombia. Un ataque brutal que cobró la vida de magistrados, funcionarios y civiles, pero que no logró callar la voz de la justicia. Hoy, 39 años después, ese mismo lugar sigue siendo un emblema de lucha, resiliencia y fortaleza para todos aquellos que creen en el poder de la ley.
En el evento conmemorativo del 8 de noviembre de 2024, el presidente de la Corte Constitucional, José Fernando Reyes Cuartas, rindió homenaje a las víctimas y destacó el legado de quienes cayeron en ese fatídico día. «Desde entonces, estamos de luto», afirmó Reyes Cuartas, quien recordó la barbarie de la violencia y la incapacidad de los fusiles para callar el propósito más grande de todos: la justicia.
Un Lamento que Conduce a la Esperanza
“Lo que alimenta el espíritu de los seres humanos y construye nuestra historia colectiva no puede ser apagado por la violencia”, aseguró Reyes Cuartas, aludiendo a la importancia de recordar la tragedia para mantener viva la memoria colectiva y, con ella, el compromiso con la justicia y la paz.
En ese mismo Palacio, el edificio renació de sus cenizas, pero más importante aún, lo que renació fue la esperanza de que la paz es posible. La justicia, que siempre se levanta aún frente a la adversidad, se convirtió en un pilar para la reconciliación y el progreso.
Reyes Cuartas también destacó el valor de los jueces y funcionarios judiciales, que no sólo han seguido trabajando, sino que lo han hecho con la determinación de construir una justicia democrática basada en la igualdad, la verdad y la sensatez. Y lo más importante: la independencia judicial sigue siendo la clave para que la paz y la democracia sean una realidad en Colombia.
Lecciones para un Futuro Mejor
Los 39 años transcurridos desde esa tragedia han sido testigos de una Colombia que no ha dejado que la desesperanza prevalezca. A pesar de la violencia, la sociedad, las familias y las Cortes se han levantado, y hoy, el Palacio de Justicia es un símbolo de la lucha incansable por un país mejor.
La democracia y la justicia han encontrado en la memoria del pasado una guía para la construcción de una sociedad más justa, pacífica y respetuosa. Hoy, con la constitución de 1991 como marco, la ley sigue siendo el bastión contra la barbarie y el recuerdo de las víctimas una razón más para nunca olvidar.
Una Promesa de No Olvido. Como lo afirmó el presidente de la Corte Constitucional, “solo aquellos pueblos que elaboran su historia y conocen su pasado, pueden garantizar la no repetición de los hechos y fortalecer la institucionalidad y la reconciliación”. Hoy, 39 años después, la memoria del Palacio de Justicia sigue viva, y con ella, la esperanza de un futuro sin violencia.
Información Adicional
¿Sabías que? En el mismo Palacio de Justicia, hoy se siguen tomando decisiones clave para la justicia constitucional de Colombia. La Corte Constitucional es el guardián de los derechos fundamentales y sigue siendo un faro de esperanza para los colombianos.
¿Qué opinas sobre el legado del Palacio de Justicia? ¿Crees que la memoria histórica es clave para una paz duradera? Comparte tu opinión en los comentarios.
Palabras del presidente de la Corte, magistrado José Fernando Reyes Cuartas, en el evento conmemorativo de hoy.
Palacio de justicia: Un legado de fortaleza
Es necesario que cada año evoquemos cerrando los ojos, lo que aquí ocurrió hace 39 años. Porque con ello hacemos un homenaje a quienes fueron injustamente sacrificados en esta casa de la justicia; rememoramos su cruel asesinato para también hacer patente nuestro dolor, el que nos acompaña hace tanto tiempo de manera tan pertinaz; también porque con su evocación reivindicamos su trabajo denodado al servicio de la noble causa de la justicia. Podemos decir que, desde entonces, estamos de luto.
Ese día el fuego de los fusiles silenció la voz de los magistrados, de sus auxiliares y de muchas otras personas que por alguna razón aquí estaban; la demencia mutiló las inteligentes plumas de los servidores que aquí trabajaban; detuvo sus pensamientos; pero no pudo apagar el valor de la justicia que late aun en cada una de las decisiones que entonces se profirieron. Porque lo que alimenta el espíritu de los seres humanos e ilumina la historia que construimos colectivamente, no puede ser silenciado con el demencial y cobarde retumbar de los fusiles y de la violencia; esa, que antes y ahora se enseñorea en nuestro país, pero que no ha podido arrodillar la fortaleza de unas instituciones enhiestas y dignas que no se han sometido, no se someterán, a su insania y a su cruel demencia. Aquí esta la Justicia, de pie, con valentía, diciendo a todos y a todas ¡que no nos acallarán como no pudieron hacerlo en 1985!
Aquí, en este mismo sitio donde la barbarie quiso enseñorearse, el edificio renació de las cenizas. Pero más importante que ello, se acrisoló la necesidad de mantener viva la esperanza de que un día viviremos en paz; sin violencia. Y ciertamente sin jueces independientes, imparciales, libres de presiones, suficientemente protegidos en sus vidas e integridad, la paz solo podrá ser vista como una aspiración que no llega, que se demora, que no aparece, que se convierte en espejismo.
39 años después sigue teniendo sentido el entendimiento de que la sangre y la violencia son los enemigos de la razón, del diálogo y de la vida misma, y que solo en el respeto del pensamiento diverso, en la idea de la irrestricta separación de poderes y su defensa, y en la construcción legítima de la diferencia, tiene cuna una vida para una sociedad pacífica y ordenada.
La desesperanza no fue entonces la protagonista de estos 39 años de historia. Las familias, la sociedad y las Cortes se levantaron para volver a tejer la esperanza de un mejor mañana; su valentía no quedó huérfana y solitaria: centenares de integrantes de esas familias, servidores/as y funcionarios/as, y las Cortes mismas, siguen trabajando día a día, sin pausa, en la construcción de la justicia democrática alumbrada por la igualdad, por la verdad, por la sensatez.
Y aquí estamos hoy, en un lugar donde hace 39 años el horror fue protagonista, pero hoy camina la esperanza, iluminada por las mentes lúcidas y esperanzadas de las nuevas generaciones de servidores/as de la Justicia, para quienes auguramos días felices al servicio de esta noble causa sin la cual no hay sociedad posible.
Nos anima hoy pensar en el camino de la reconciliación, que la democracia ha de trazar y ha trazado a las nuevas generaciones; donde el diálogo jamás será negado de nuevo. Donde las voces de auxilio y de cese a la barbarie, sean escuchadas. Y aunque la democracia siempre en crisis nos impone retos, el respeto de la Constitución de 1991 que se firmó como una respuesta dialogada en un momento crítico, impone siempre el uso de la razón, el respeto por la vida y solidaridad como norte.
Como Presidente de la Corte Constitucional, de la guardiana de la integridad y la supremacía de la Constitución, me anima creer que está trazado el camino para vivir en un estado democrático, donde la convivencia pacífica permita todos los disensos pero que también nos recuerde que no hay lugar para el olvido. Para que la barbarie nunca pueda volver a ser. Porque hasta el día final de nuestra existencia nuestro corazón rememore con gratitud a quienes aquí fueron cruel e injustamente inmolados, porque “solo aquellos pueblos que elaboran su historia y conocen su pasado, pueden garantizar la no repetición de los hechos y promover bases sólidas de fortalecimiento institucional, político y de espacios para la reconciliación”[1].
José Fernando Reyes Cuartas
Presidente de la Corte Constitucional.
Bogotá, Noviembre 8 de 2024.
[1] Revista Corte Suprema. Diciembre de 2007. Revista No. 24. Comisión de la Verdad. Javier Ciurlizza. Director del Centro Internacional para la Justicia Transicional, Programa Colombia. Págs. 66-67.
Anexo: Línea de Tiempo de la Tragedia en el Palacio de Justicia (1985)
6 de noviembre de 1985: El inicio de la tragedia
- 9:00 AM: Un grupo armado del Movimiento 19 de abril (M-19) toma por asalto el Palacio de Justicia en Bogotá, donde se encontraba la Corte Suprema de Justicia. El objetivo del M-19 era demandar la respuesta del gobierno sobre el proceso de paz que se encontraba en negociación.
- 10:30 AM: Las fuerzas del ejército colombiano, dirigidas por el gobierno de Belisario Betancur, rodean el Palacio de Justicia e inician un asedio al edificio, comenzando una operación militar para liberar a los rehenes y capturar a los insurgentes.
- 11:00 AM – 1:00 PM: Los enfrentamientos se intensifican. La intervención militar provoca fuertes incendios dentro del Palacio de Justicia, que afecta tanto la estructura como los documentos importantes de la Corte Suprema.
7 de noviembre de 1985: La brutal conclusión del asalto
- 6:00 AM: La operación militar llega a su punto culminante. Tras horas de combates y con varios miembros del M-19 y del ejército muertos, el edificio se encuentra gravemente afectado por las llamas y la destrucción.
- 9:00 AM: Se confirma que los enfrentamientos han cesado, pero el Palacio de Justicia queda en ruinas. Se reporta la desaparición de varios magistrados y personal judicial, entre ellos el presidente de la Corte Suprema, César Delgado, y varios otros funcionarios.
8 de noviembre de 1985: Un país conmocionado
- Durante todo el día: La nación vive una profunda conmoción. Las autoridades informan que al menos 98 personas han muerto, incluyendo magistrados, empleados judiciales, y miembros del M-19, mientras que decenas de personas resultan heridas.
- Reacciones nacionales e internacionales: La sociedad colombiana queda marcada por la magnitud de la tragedia. Se generan fuertes críticas a la forma en que las fuerzas militares manejaron la operación, especialmente el uso de la violencia y la falta de protocolos de protección para los civiles.
9 de noviembre de 1985: Los sobrevivientes y las desapariciones
- Mañana: Se inician los esfuerzos por identificar a las víctimas, pero muchos cuerpos no pueden ser reconocidos debido a la gravedad de las heridas y la destrucción del edificio.
- Tarde: Se confirma que varios de los desaparecidos son encontrados muertos, mientras que otros sobrevivientes logran escapar o ser rescatados. Sin embargo, algunas personas siguen siendo reportadas como desaparecidas durante años.
Investigaciones y consecuencias a largo plazo
- A partir de la tragedia, comienzan las investigaciones sobre las responsabilidades tanto del M-19 como del gobierno. La Comisión de la Verdad y otras instancias judiciales se encargan de investigar los hechos y las posibles violaciones de derechos humanos cometidas durante la operación militar.
- 1990s-2000s: Durante las siguientes décadas, varias personas involucradas en el ataque, incluyendo miembros del M-19 y de las Fuerzas Militares, son procesados por su participación en la masacre. Sin embargo, las víctimas siguen buscando justicia, especialmente en relación con la desaparición de cuerpos y la falta de respuesta por parte del gobierno.
El legado: 39 años después
- 8 de noviembre de 2024: A 39 años de los trágicos eventos, el Palacio de Justicia sigue siendo un símbolo de la lucha por la justicia y los derechos humanos en Colombia. En los homenajes de 2024, el presidente de la Corte Constitucional, José Fernando Reyes Cuartas, reafirma el compromiso del país con la memoria histórica y la justicia democrática.