La caída del régimen de Assad anuncia una reorganización de la dinámica del poder global.
Rusia e Irán son los que más tienen que perder: Teherán utilizó durante mucho tiempo a Siria como un nodo clave en su Eje de Resistencia, mientras que Rusia tiene bases militares en Siria que proporcionan un acceso estratégico al Mediterráneo.
Tanto Teherán como Moscú respaldaron a Assad, pero estaban demasiado presionados por los conflictos en Líbano y Ucrania para hacerlo esta vez. Turquía, por su parte, está en ascenso: su apoyo a los rebeldes podría significar que Ankara tenga la mayor influencia sobre cómo será la Siria post-Assad, escribió The Wall Street Journal.
Las naciones del Golfo fueron menos optimistas: «Hay mucho trauma en la región. Las buenas noticias se transforman en malas noticias muy rápidamente», dijo un funcionario qatarí.
Traducido de SEMAFOR