El «decimonónico» Trump: marca el regreso al viejo paradigma del poder

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Trump marca el regreso al viejo paradigma del poder
Kevin Lamarque/Reuters

Según varios analistas, la nueva concepción del poder estadounidense por parte del presidente estadounidense Donald Trump refleja un cambio global hacia un paradigma geopolítico anterior a la Segunda Guerra Mundial. 

El expansionismo y el enfoque transaccional de Trump en su segundo mandato hacia los aliados estadounidenses “equivalen a un regreso trascendental al mundo de la competencia entre grandes potencias”, escribió el consejo editorial del Wall Street Journal.

Trump cree que las fuerzas que sustentan el “orden basado en reglas” actual han perjudicado a Estados Unidos, y en cambio se aferra a la creencia del siglo XIX de que las naciones débiles deben doblegarse ante las fuertes, dijo Fareed Zakaria a Ezra Klein.

Esa visión del mundo se alinea con una tendencia más amplia definida por el nacionalismo y los gobernantes autoritarios en naciones como China, Rusia, India y Turquía, cuyos líderes “abrazan la gloria pasada y futura de los países que gobiernan, afirmando un mandato casi místico para su gobierno”.

Traducido de SEMAFOR


Trump el Decimonónico: Un Regreso a la Competencia Entre Grandes Potencias

El enfoque de Donald Trump hacia la geopolítica y sus relaciones con los aliados ha sido comparado con una visión del poder más propia del siglo XIX, antes de la Segunda Guerra Mundial. Este cambio se basa en un nuevo paradigma que subraya la competencia entre naciones, el nacionalismo y la fuerza sobre el orden basado en reglas.

Donald Trump, durante su segundo mandato, promovió una visión del poder que recuerda a las políticas globales del siglo XIX, antes de la consolidación del «orden basado en reglas» posterior a la Segunda Guerra Mundial. Su enfoque refleja el regreso de una mentalidad más orientada a la competencia entre grandes potencias, rescatando ideas del nacionalismo y el expansionismo.


El regreso de Donald Trump al poder en 2024 no solo marca su retorno a la Casa Blanca, sino también un resurgimiento de una concepción geopolítica que algunos analistas califican como una reminiscencia del siglo XIX. Esta visión, que prioriza la competencia directa entre grandes potencias, se aleja del modelo de cooperación internacional que dominó después de la Segunda Guerra Mundial. Al adoptar este enfoque, Trump podría estar abriendo un nuevo capítulo en la historia de las relaciones internacionales, en donde las reglas de la diplomacia y la hegemonía estadounidense no son necesariamente las bases fundamentales para la interacción global.

El cambio de paradigma:

Según diversos analistas, el segundo mandato de Trump señala un retorno a un paradigma de relaciones internacionales de carácter más transaccional y competitivo. El presidente estadounidense ha declarado abiertamente que el «orden basado en reglas» actual, sustentado por instituciones como la ONU y acuerdos multilaterales, ha dañado a los intereses de Estados Unidos. En lugar de una cooperación equilibrada entre naciones, Trump ha abrazado un enfoque que favorece la superioridad de las naciones fuertes y la subordinación de las más débiles, un principio que resuena con las prácticas imperialistas y expansionistas que dominaron el siglo XIX.

Fareed Zakaria, en su análisis, ha señalado que Trump parece abrazar un estilo de poder más tradicional, inspirado en las grandes potencias del pasado. Para él, el sistema internacional debería regirse por la ley del más fuerte, lo que lo aleja de la cooperación que ha caracterizado los últimos setenta años de política exterior. Esta postura no solo representa un desafío a las normas internacionales, sino también una crítica a los valores de democracia liberal que Estados Unidos ha promovido desde la Segunda Guerra Mundial.

Nacionalismo y autoritarismo: tendencias globales

Esta visión de Trump se enmarca en una tendencia más amplia que abarca no solo a Estados Unidos, sino también a otras potencias como China, Rusia, India y Turquía. Los líderes de estas naciones han abrazado un tipo de nacionalismo autoritario, que se aleja de la cooperación multilateral en favor de un poder centrado en la soberanía nacional y el control sobre su esfera de influencia.

Líderes como el presidente ruso Vladimir Putin, el presidente chino Xi Jinping y el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan han defendido políticas de expansión territorial y una visión del mundo que se basa en el dominio nacional, la autarquía y una competencia directa con otras potencias. Este enfoque se aparta de la diplomacia y el diálogo internacional y, en su lugar, se enfoca en la primacía del poder fuerte, el nacionalismo exacerbado y una fuerte resistencia a los valores liberales y democráticos promovidos por Occidente.

El regreso a la competencia entre grandes potencias

Trump, al igual que sus homólogos autoritarios en otras naciones, ha promovido una política exterior centrada en la competencia directa con otras grandes potencias. El regreso a la rivalidad con China, la relación ambigua con la OTAN y su enfoque transaccional con aliados como Europa y Japón, reflejan un enfoque en el que los acuerdos se basan en beneficios inmediatos y no en valores o reglas compartidas.

Su postura con respecto a la OTAN y otros acuerdos internacionales ha sido de confrontación, con un énfasis en que los aliados de Estados Unidos paguen una mayor parte de su propia defensa. En este sentido, Trump ha priorizado los intereses nacionales por encima de la cohesión global, lo que ha sido interpretado como una afirmación del tipo de poder imperialista que dominaba antes de la Segunda Guerra Mundial.

Respaldo al nacionalismo y la fuerza

El nacionalismo es otro elemento central en la política de Trump, alineándose con los ideales del siglo XIX, donde las naciones consideraban la expansión de su territorio y el dominio sobre otras como una justificación legítima para el uso de la fuerza. Trump ha mostrado abiertamente su admiración por figuras autoritarias y ha revalorizado la soberanía de Estados Unidos como un principio fundamental.

En sus discursos y políticas, ha dejado en claro que su administración prioriza la seguridad y el poder de su nación por encima de las normas internacionales. Esto se ha manifestado en su actitud hacia los acuerdos climáticos, los tratados de control de armas y su trato hacia países que no cumplen con los estándares democráticos internacionales.

¿Un regreso a la guerra fría?

Este giro hacia el nacionalismo y la competencia entre grandes potencias también trae reminiscencias de la Guerra Fría, cuando las superpotencias competían por influencia global mediante alianzas militares, espionaje y una fuerte retórica ideológica. A diferencia de la diplomacia moderna, que favorece las soluciones diplomáticas y económicas a los conflictos, la postura de Trump ante sus rivales refleja una visión más confrontacional.

Esta confrontación no solo está limitada a la esfera militar, sino que también se extiende a la economía global. Las sanciones económicas a Irán, Venezuela y otras naciones son parte de una estrategia que refuerza la idea de que el poder y la influencia global solo se logran a través de la fuerza y el control, no a través de acuerdos multilateralistas.

El mandato de Trump refleja un regreso a un paradigma geopolítico que se pensaba superado: el de la competencia abierta entre grandes potencias, en el que la fuerza, el nacionalismo y el expansionismo juegan un papel fundamental. Este enfoque de poder, heredado de una época anterior a la Segunda Guerra Mundial, ha dejado en claro que la visión del «orden basado en reglas» ha sido sustituida por un modelo más transaccional y egoísta. Este regreso al siglo XIX, con sus tensiones internacionales y rivalidades entre naciones, ha cambiado radicalmente la forma en que Estados Unidos se relaciona con el mundo.


Información Adicional:

El renacimiento del nacionalismo en varias partes del mundo está llevando a una reconfiguración de las relaciones internacionales. Esta nueva era está marcada por una mayor resistencia a las instituciones globales, un resurgimiento del poder militar y una apuesta por la autosuficiencia, lo que representa un reto para los valores democráticos y los acuerdos internacionales que prevalecieron en la segunda mitad del siglo XX.

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