El sistema multilateral se tambalea. Entre la asfixia presupuestaria, el veto paralizante y la apatía política, las Naciones Unidas corren el riesgo de convertirse en una estructura vacía: una institución que existe, pero ya no actúa.

La ministra de Asuntos Exteriores de Australia, Penny Wong, advirtió el 30 de octubre de 2025 en el Lowy Institute que la ONU podría “colapsar desde dentro” si no reforma su estructura y recupera apoyo financiero. La falta de recursos y la parálisis institucional amenazan con convertirla en un sistema inoperante justo cuando el mundo enfrenta crisis simultáneas —guerras, desigualdad, cambio climático y desinformación— sin una autoridad multilateral capaz de responder.
Un llamado desde Australia: “la ONU puede morir de inanición”
La advertencia vino desde Canberra, pero resonó en todo el mundo diplomático. La ministra de Asuntos Exteriores de Australia, Penny Wong, alertó que la Organización de las Naciones Unidas podría convertirse en un “organismo zombi” si no emprende una reforma urgente ante los drásticos recortes financieros y el agotamiento político que amenazan su funcionamiento.
“Estamos ante el riesgo real de que la ONU deje de ser el corazón operativo del multilateralismo y se convierta en un conjunto de cuerpos sin alma”, afirmó Wong en un discurso pronunciado en el Lowy Institute el 30 de octubre de 2025. Su tono no fue retórico: era una autopsia preventiva del sistema internacional que emergió tras la Segunda Guerra Mundial.
La diplomática australiana, reconocida por su franqueza estratégica, planteó una pregunta incómoda: ¿cómo sostener una arquitectura global que fue diseñada para un mundo que ya no existe?
El multilateralismo en cuidados intensivos
La ONU atraviesa su mayor crisis de legitimidad desde el fin de la Guerra Fría. El Consejo de Seguridad, paralizado por vetos cruzados —principalmente entre Estados Unidos, Rusia y China—, ha perdido capacidad de acción ante conflictos como Ucrania, Gaza o Sudán. Mientras tanto, el sistema de agencias y fondos enfrenta déficits históricos: UNRWA ha suspendido programas humanitarios, la OMS depende de donaciones voluntarias, y el PNUD recorta personal en más de 40 países.
Detrás de las cifras se esconde una realidad inquietante: el multilateralismo ya no goza de crédito político ni financiero. Los grandes donantes reducen aportes; los países emergentes reclaman más voz; y la ciudadanía global observa con escepticismo una burocracia que parece cada vez más desconectada del terreno.
La imagen de un edificio vacío en Nueva York, iluminado por inercia, se ha convertido en una metáfora recurrente de la era post-ONU.
Anatomía de un organismo que no muere, pero tampoco vive
El concepto de “ONU zombi” que utiliza Penny Wong no es solo una metáfora política; es un diagnóstico funcional. Las agencias siguen existiendo, los foros se celebran, los discursos se repiten. Pero el músculo operativo se atrofia: resoluciones sin aplicación, mandatos sin presupuesto, misiones sin horizonte.
El aparato multilateral se mueve por inercia institucional, sostenido por la memoria de su propio prestigio. La diplomacia, otrora motor de paz y cooperación, ha mutado en un ritual administrativo. Y lo que alguna vez fue un sistema articulado de gobernanza global, hoy se comporta como un conjunto disperso de organismos autónomos sin dirección común.
En términos biológicos, la ONU sigue respirando, pero sin pulso.
El costo del desencanto: una ONU en bancarrota moral y fiscal
La crisis presupuestaria no es un accidente contable: es la expresión tangible de un desgaste político profundo. Los recortes de los principales contribuyentes —Estados Unidos, Japón, Alemania y Reino Unido— responden tanto a la fatiga económica como al desencanto con la eficacia del sistema.
Según datos internos citados por el Departamento de Gestión Estratégica, el presupuesto ordinario de la ONU para 2025 se ejecuta con un déficit superior al 28 %, y casi el 60 % de las operaciones humanitarias dependen de fondos extrapresupuestarios. En términos prácticos, esto significa que las misiones sobre el terreno compiten entre sí por recursos de emergencia, y muchas se sostienen a base de campañas de recaudación improvisadas.
El desfinanciamiento no solo debilita la acción humanitaria, sino que erosiona la autoridad moral del sistema: ¿cómo puede la ONU predicar estabilidad cuando ni siquiera puede financiar su propia supervivencia?
Reformar o morir: el dilema del Consejo de Seguridad
Desde 1993, la reforma del Consejo de Seguridad es una promesa que nunca llega. Los reclamos de India, Brasil, Alemania, Japón y Sudáfrica para ampliar la representación reflejan una tensión más profunda: el mapa de poder global cambió, pero el órgano rector no.
En su discurso, Wong insistió en que “la ONU no puede seguir prisionera de un derecho de veto que convierte las crisis en cementerios de resoluciones”. La guerra en Ucrania es el ejemplo más evidente: cada intento de condena se estrella contra el veto ruso, mientras los civiles pagan el costo del estancamiento.
El resultado es una erosión de legitimidad sin precedentes. Cada sesión fallida del Consejo reafirma la percepción de que el sistema multilateral ha perdido su sentido práctico, y que la gobernanza global se desplazó hacia alianzas ad-hoc, foros regionales y coaliciones informales.
Un sistema fragmentado: agencias que sobreviven por su cuenta
Frente al colapso del centro político, las agencias especializadas intentan sostener su misión mediante micro-alianzas y financiación directa con Estados o fundaciones privadas. La OMS firma convenios con el sector farmacéutico; UNICEF depende de campañas digitales; ONU Mujeres trabaja con corporaciones globales en programas de equidad de género.
Esta fragmentación operativa ha convertido al sistema en una constelación de proyectos paralelos. La coordinación, principio fundacional de 1945, fue reemplazada por la lógica de la supervivencia.
Paradójicamente, la ONU sobrevive no gracias a la voluntad de sus Estados miembros, sino a la resiliencia burocrática de sus funcionarios y técnicos, que operan con presupuestos mínimos para sostener programas esenciales en salud, educación o derechos humanos.
La maquinaria funciona, pero sin dirección política. Y eso es precisamente lo que define un organismo zombi.
El desplazamiento del poder: del consenso global a los bloques estratégicos
Mientras la ONU se paraliza, el mundo avanza hacia una nueva cartografía de poder. Los foros como el G20, el BRICS ampliado, la OCS o los acuerdos del Indo-Pacífico absorben la energía política que antes concentraba el sistema de Naciones Unidas.
El auge de las diplomacias de bloque —que negocian fuera del marco onusiano— ha vaciado de contenido la idea de un consenso global. Las decisiones que definen el comercio, la seguridad o la transición energética se toman hoy en mesas cerradas, sin el principio de universalidad que la ONU encarnaba.
Penny Wong lo describió así: “Estamos viendo la sustitución del multilateralismo por el transaccionalismo. No se busca ya el bien común, sino la suma de intereses momentáneos.”
El resultado: un orden internacional descentrado, pragmático, desigual, donde la ONU es apenas un eco protocolario.
El espejo roto de 1945
La fundación de la ONU respondió a un trauma colectivo: evitar que el mundo repitiera los horrores de la guerra. Durante décadas, ese propósito otorgó legitimidad moral y coherencia institucional.
Hoy, ese espejo se ha roto. Las guerras vuelven a proliferar —en Europa, Medio Oriente y África— mientras los mecanismos de resolución permanecen obsoletos. La Carta de San Francisco, redactada para un sistema bipolar, se enfrenta a un planeta multipolar, digital y en disputa permanente.
La ONU, creada para prevenir conflictos entre Estados, no logra responder a los nuevos tipos de guerra: cibernética, informacional, climática. Su lenguaje jurídico envejeció; sus protocolos no alcanzan a las mutaciones tecnológicas.
El sistema que una vez simbolizó la esperanza colectiva, ahora parece un monumento a la incapacidad del siglo XX para gobernar el XXI.
La erosión de la legitimidad y el retorno de la soberanía dura
La crisis de la ONU coincide con el resurgimiento de las políticas de poder. Rusia reivindica esferas de influencia; China redefine el concepto de soberanía digital; Estados Unidos recurre al unilateralismo selectivo; y Europa debate su propia autonomía estratégica.
En este contexto, la autoridad moral de la ONU resulta casi decorativa. Sus informes son citados como referencia ética, pero rara vez como guía de acción.
El multilateralismo liberal, basado en normas y consenso, está siendo reemplazado por una era de realismo agresivo. La fuerza vuelve a imponerse sobre el derecho.
Y sin un árbitro creíble, la anarquía internacional deja de ser una teoría para convertirse en práctica.
Los síntomas invisibles: fatiga burocrática y cinismo diplomático
Más allá del déficit financiero, la ONU sufre un agotamiento humano e institucional. Los diplomáticos experimentados se jubilan sin reemplazo; los jóvenes profesionales migran hacia el sector privado o las ONG; el discurso interno se llena de siglas, indicadores y marcos lógicos.
La pasión normativa que impulsó la cooperación internacional ha sido reemplazada por un cinismo profesional. Los informes se producen, los comunicados se difunden, las cumbres se celebran… pero sin fe en la posibilidad de cambio.
Varios funcionarios describen este estado como “parálisis por procedimiento”: la tendencia a priorizar el proceso sobre el propósito. En términos simbólicos, el zombi no mata ni salva; solo repite sus gestos.
Hacia un nuevo pacto de legitimidad
La advertencia de Penny Wong no pretende enterrar a la ONU, sino provocar una reacción vital. “Necesitamos una ONU reformada, no una reliquia honorable”, dijo en Sídney.
La diplomática propuso tres líneas de acción:
1️⃣ Reconfigurar la composición del Consejo de Seguridad.
2️⃣ Establecer un mecanismo de financiación sostenible, menos dependiente de aportes voluntarios.
3️⃣ Reforzar el papel de la Asamblea General y del sistema de derechos humanos.
Pero la verdadera reforma no será técnica, sino de legitimidad. La ONU solo podrá sobrevivir si recupera la confianza de los pueblos, no solo de los gobiernos.
El desafío consiste en pasar de la gestión de crisis a la gestión del futuro. De lo contrario, la historia la recordará como el organismo que siguió reuniéndose mientras el mundo ardía.
La sombra del zombi
El concepto de una “ONU zombi” no es una exageración periodística; es una advertencia civilizatoria. Significa un sistema que ya no tiene voluntad, pero sigue moviéndose; un cuerpo institucional sin alma política.
En el siglo XXI, la gobernanza global enfrenta un dilema existencial: o renueva su contrato con la realidad, o será reemplazada por estructuras paralelas, impulsadas por algoritmos, corporaciones y potencias regionales.
La escena final podría parecer distópica: un edificio vacío en Nueva York, banderas que se desvanecen, un secretario general que habla a cámaras apagadas. Pero quizás todavía haya tiempo.
Mientras existan voces que adviertan —como la de Penny Wong— que la indiferencia es la antesala del colapso, la posibilidad de resurrección permanece abierta.
Porque incluso los zombis, a veces, recuerdan que alguna vez estuvieron vivos.

El Sistema de las Naciones Unidas en Crisis: Un Diagnóstico del Riesgo “Zombi”
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) se encuentra en un momento de inflexión crítico, enfrentando una crisis multifacética que amenaza su propia existencia como un actor efectivo en la escena global. Más allá de los habituales desafíos geopolíticos, la institución está siendo socavada por una profunda crisis financiera que está transformando una situación de liquidez en una amenaza de inoperancia sistémica. Este informe ofrece un análisis profundo y exhaustivo de la actual situación de la ONU, explorando la compleja interrelación entre la estructura financiera, el impacto operativo de los recortes presupuestarios, la historia de la institución, las funciones de sus principales organismos y la respuesta institucional a través de la iniciativa UN80. El diagnóstico es claro: sin una reforma transformadora y un compromiso financiero renovado por parte de sus Estados Miembros, la ONU corre el riesgo real de convertirse en un conjunto de “agencias zombi” o “cáscaras” que, aunque existan formalmente, son incapaces de cumplir sus funciones básicas, debilitando así la gobernanza global y poniendo en peligro a millones de personas. Este análisis combina una descripción detallada de los hechos con una crítica profunda de las causas subyacentes y las limitaciones de las respuestas actuales, concluyendo que el futuro de la ONU no depende solo de ajustes presupuestarios, sino de una reafirmación política del multilateralismo como pilar fundamental del orden internacional.
La Crisis Financiera: Orígenes, Magnitud y Causas
La crisis financiera que azota a las Naciones Unidas en 2025 no es un fenómeno aislado, sino el resultado acumulado de años de incumplimiento de pagos por parte de Estados Miembros clave y una drástica reducción de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) por parte de los principales donantes. Esta situación ha alcanzado proporciones históricas, convirtiéndose en la peor crisis de liquidez que la organización ha enfrentado en décadas [[5,28]]. La magnitud de la crisis es abrumadora. En 2025, el presupuesto del sistema de la ONU se reducirá hasta en un 30% en comparación con el año récord de 2023, cuando el gasto total alcanzó los 68.500 millones de dólares [[28,41]]. Esta contracción forzada significa que el nivel de financiamiento podría regresar al de 2016, lo que en términos reales es aún menor debido a la inflación acumulada [[28]]. La crisis de liquidez es inmediata y tangible. A finales de 2024, la ONU ya tenía 760 millones de dólares en mora, gran parte de los cuales se considera irrecuperable [[29]]. Al comenzar 2025, la organización arrastraba un déficit inicial de 135 millones de dólares [[29]]. Hasta septiembre de 2025, solo se había recaudado el 66,2% de las contribuciones, frente al 78,1% del mismo periodo del año anterior [[29]]. Se proyecta que al cierre de 2025, la ONU enfrentará un déficit de más de 450 millones de dólares, a pesar de haber recortado 600 millones en gastos [[8,29]].
La causa principal de esta crisis es el impago y el retraso en los pagos de las contribuciones obligatorias por parte de los Estados Miembros, no una mala gestión interna del Secretario General António Guterres [[3]]. Estados Unidos, el mayor contribuyente, es el principal responsable de esta situación. El país, que representa el 22% del presupuesto ordinario de la ONU, no ha pagado sus contribuciones desde enero de 2025, acumulando una deuda de 1.500 millones de dólares para el presupuesto ordinario y 1.200 millones para las operaciones de paz [[2,3,4]]. Esta decisión se enmarca en una política exterior más amplia de la administración del presidente Donald Trump, que incluye la congelación de la ayuda exterior, la revisión de la participación en organizaciones internacionales y la eliminación de fondos ya aprobados por el Congreso para 2024 y 2025 [[2]]. China, el segundo mayor contribuyente, también ha acumulado retrasos significativos, con 587 millones de dólares pendientes para 2025 [[3,4]]. Otros grandes donantes como Rusia, Arabia Saudita, México y Venezuela también figuran entre los principales deudores [[3]]. Estados Unidos y China juntos representan más del 40% del presupuesto ordinario y casi el 50% del presupuesto de paz, lo que hace que su incumplimiento tenga un impacto desproporcionado [[30]].
La crisis se agrava por una reducción generalizada de la AOD por parte de los principales donantes, lo que afecta directamente a las agencias especializadas que dependen de financiamiento voluntario. Una tendencia alarmante es que seis de los diez principales donantes de la ONU han anunciado o implementado recortes en sus contribuciones [[23,24]]. Estados Unidos ha eliminado casi 1.000 millones de dólares en fondos para la ONU tras recortes de 8.000 millones anuales aprobados por el Congreso en julio de 2025 [[12]]. Alemania propone reducir su asistencia humanitaria en un 53% para 2025 y el presupuesto de su Ministerio de Desarrollo en un 8% [[17]]. El Reino Unido reducirá su presupuesto de ayuda exterior del 0,5% al 0,3% del PIB para 2027 [[17,21]]. Francia recortó su AOD en un 19% para 2025, con una reducción del 37% en la partida ‘misión AOD’ [[17]]. Países Bajos reducirán dos tercios de su presupuesto de desarrollo entre 2025-2027 [[21]]. Esta “carrera hacia el recorte” por parte de los principales donantes occidentales está generando una caída sin precedentes en el financiamiento humanitario internacional, que cayó un 11% (casi 5.000 millones de dólares) en 2024, marcando la mayor reducción registrada [[19]]. Se proyecta que el financiamiento público se reduzca entre un 34% y un 45% para finales de 2025 en comparación con los niveles de 2023 [[19]]. Esta combinación de impago de cuotas obligatorias y recorte de fondos voluntarios ha creado un perfecto temporal financiero que amenaza con paralizar las operaciones de la ONU.
| Indicador de Crisis Financiera | Valor / Descripción | Fuente(s) |
|---|---|---|
| Reducción presupuestaria global del sistema ONU (2023-2025) | Hasta 30% | [[28,41]] |
| Déficit acumulado al cierre de 2024 | 760 millones de dólares | [[29]] |
| Porcentaje de contribuciones recaudadas (hasta septiembre 2025) | 66.2% | [[29]] |
| Déficit proyectado para finales de 2025 | Más de 450 millones de dólares | [[8,29]] |
| Deuda de EE.UU. al presupuesto ordinario (mayo 2025) | 1.500 millones de dólares | [[3]] |
| Deuda de China al presupuesto ordinario (mayo 2025) | 587 millones de dólares | [[3]] |
| Reducción de AOD del G7 (proyectada para 2026) | 28% respecto a 2024 | [[13]] |
| Recorte de AOD de EE.UU. (proyectado para 2026) | 66% en asistencia humanitaria internacional | [[22]] |
| Número de principales donantes con recortes anunciados (2025) | 9 de los 20 principales donantes humanitarios | [[17]] |
Impacto Operativo: La Parálisis de las Funciones Críticas
La crisis financiera no es un problema contable abstracto; su impacto operativo es devastador y se traduce directamente en sufrimiento humano, inestabilidad y la erosión de capacidades globales esenciales. Las agencias humanitarias y de desarrollo, que dependen en gran medida del financiamiento voluntario, son las más afectadas. El Programa Mundial de Alimentos (PMA), que recibió el 68% de su financiamiento en 2024 de donantes que ahora recortan, anunció planes para recortar hasta el 30% de su personal y revisar su portafolio de programas [[15,17]]. Esto podría dejar a más de 16 millones de personas sin asistencia alimentaria en 2025 [[76]]. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que depende del 40% de su financiamiento de EE.UU., planea reducir sus costos en un 30%, recortar cargos de alto nivel en un 50% y cerrar algunas oficinas, afectando a 43,7 millones de refugiados y 122 millones de personas desplazadas [[5,15]]. En Sudán, la falta de fondos ya limita el acceso al agua potable para medio millón de desplazados, aumentando el riesgo de brotes de cólera [[15]]. UNICEF proyecta una reducción de al menos el 20% en su financiamiento en 2025, poniendo en riesgo avances en derechos infantiles [[15]]. La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) recortará el 20% de su personal (520 de 2.600 empleados) en más de 60 países, enfrentando un déficit de casi 60 millones de dólares [[12,15]].
El impacto en la salud global es particularmente grave. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que los recortes recientes han causado “severas interrupciones” en los servicios de salud en casi tres cuartas partes de los países del mundo [[10]]. Una evaluación rápida realizada por la OMS entre marzo y abril de 2025 con 108 oficinas país encontró que el 70% reportaron interrupciones en servicios de salud debido a recortes en la asistencia oficial al desarrollo (AOD) [[16]]. El 70% indicó impactos en la preparación y respuesta a emergencias sanitarias, el 66% en vigilancia epidemiológica, el 58% en la prestación de servicios y el 54% en la fuerza laboral sanitaria [[16]]. La OMS enfrenta una caída del 40% en la ayuda para salud en 2025, lo que está provocando el cierre de clínicas, la pérdida de empleos de trabajadores de salud y medicamentos bloqueados en almacenes [[12,13]]. Esto interrumpe respuestas a brotes de cólera en Chad y el apoyo psicológico a mujeres en Ucrania [[12]]. La ayuda para salud en 2025 se proyecta que regrese a niveles de mediados de los 2000s [[22]].
La crisis también está paralizando las operaciones de mantenimiento de la paz. El presupuesto propuesto para las operaciones de paz para el período julio 2025-junio 2026 es de 5.500 millones de dólares, un 2% menos que el año anterior, pero con un fondo de deudas de 2.700 millones de dólares [[4,7]]. La crisis de liquidez ha provocado la congelación de contrataciones y retrasos en los pagos a los países que aportan tropas [[7]]. Se espera un recorte del 20% en todas las operaciones de paz en el contexto de la iniciativa UN80, lo que podría incluir la repatriación de contingentes [[4,30]]. La falta de financiamiento también afecta esfuerzos para prevenir abusos sexuales en las misiones y apoyar a las víctimas [[7]]. Además, la crisis de liquidez está forzando a la Secretaría General a congelar contrataciones y reducir servicios, lo que afecta a todos los niveles de la organización [[2,30]]. El Consejo de Seguridad podría ver reducida su transparencia por menos informes, retrasos en la publicación de actas y menos webcasts [[30]].
La situación humanitaria global es descrita como una “triage de la supervivencia humana” [[13]]. En junio de 2025, solo se había recibido el 17% de los 46.000 millones de dólares necesarios para necesidades humanitarias globales, un 40% menos que en el mismo periodo de 2024 [[12,13]]. La ONU lanzó un plan “hiper priorizado” para ayudar a 114 millones de personas con 29.000 millones de dólares, dejando a cerca de 200 millones sin cobertura [[13,20]]. En Siria, la apelación humanitaria para 2025 solo estaba financiada en un 14%, lo que provocará recortes de personal del 40% y el cierre o reducción del 16% de los centros de salud [[12]]. En Haití, menos del 9% de los 908 millones de dólares necesarios había sido recaudado en julio de 2025 [[12]]. El impacto es desproporcionado en las organizaciones locales, ya que el 90% de las 411 organizaciones lideradas por mujeres en zonas de crisis fueron afectadas por recortes, y casi la mitad podría cerrar en seis meses [[12,13]]. Este colapso operativo no solo afecta a los más vulnerables, sino que socava la estabilidad global, ya que la inestabilidad humanitaria alimenta el crimen transnacional y los flujos migratorios irregulares [[23]].
La Iniciativa UN80: Reforma Transformadora o Triaje Burocrático?
Ante esta crisis existencial, el Secretario General António Guterres lanzó en marzo de 2025 la iniciativa UN80, presentada como el plan de reforma interna más amplio de la ONU en más de una década [[39]]. Esta iniciativa, que conmemora el 80º aniversario de la entrada en vigor de la Carta de la ONU, tiene como objetivo hacer a la organización más “eficaz, rentable y receptiva” [[37,64]]. Se estructura en tres líneas de trabajo principales: 1) Identificación de eficiencias y mejoras de gestión, 2) Revisión de la implementación de mandatos y 3) Cambios estructurales y reajustes programáticos [[36,41,46]]. La iniciativa fue presentada en un informe titulado Shifting Paradigms: United to Deliver, publicado en septiembre de 2025, que propone una reconfiguración profunda de los tres pilares de la ONU: paz y seguridad, desarrollo sostenible y derechos humanos [[27,40,48]].
Las propuestas de reforma son ambiciosas en su alcance. En el pilar de desarrollo sostenible, se propone fusionar el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), fusionar el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) con ONU Mujeres, y la desaparición progresiva de ONUSIDA, integrando sus funciones en la OMS o el PNUD [[6,38,75]]. En paz y seguridad, se planea una mayor integración entre el Departamento de Asuntos Políticos y de Consolidación de la Paz (DPPA) y el Departamento de Operaciones de Paz (DPO), y la reconfiguración de varias operaciones de paz [[38,44]]. Se propone un Nuevo Pacto Humanitario para agilizar cadenas de suministro y reducir la burocracia, y la creación de un Grupo Sistémico de Derechos Humanos liderado por el Alto Comisionado [[27,48,49]]. También se proponen reformas transversales como la creación de un “Commons de Datos del Sistema de la ONU” y una “Plataforma Aceleradora de Tecnología” para modernizar la organización [[27,38]].
Sin embargo, la iniciativa UN80 ha sido objeto de una crítica profunda y creciente. Muchos analistas y Estados Miembros argumentan que, en su implementación actual, se trata más de un ejercicio de triaje presupuestario reactivo que de una reforma transformadora visionaria [[39,76]]. La crítica central es que UN80 mezcla objetivos a corto y largo plazo, creando confusión y priorizando medidas de recorte inmediato sobre cambios estructurales profundos [[28]]. Las medidas más visibles y concretas hasta la fecha son recortes de personal y reducción de servicios. Para 2026, se propone una reducción de 2.681 puestos (18,8%) en la Secretaría y 206 puestos más en la cuenta de apoyo a operaciones de paz [[2,29]]. Esto implica una reducción del 20% en el personal de los departamentos de asuntos políticos y mantenimiento de la paz [[3]]. El enfoque en recortes es visto como contraproducente, ya que no aborda la causa raíz del déficit de liquidez (el impago de los Estados Miembros), sino que agrava la crisis al debilitar la capacidad operativa de la organización [[2]]. Se critica que las propuestas no enfrentan las causas profundas de la crisis, como la fragmentación estructural del sistema, alimentada por un financiamiento segmentado y proyectos minilaterales impulsados por donantes [[28,31]]. El proceso también ha sido criticado por una consulta limitada con los Estados Miembros, lo que socava la copropiedad y fomenta un proceso burocrático desde la Secretaría [[39,46]]. El sindicato del personal de la ONU en Ginebra adoptó una moción de desconfianza en el Secretario General y la iniciativa UN80 en julio de 2025 [[46]]. La iniciativa se percibe por algunos como una “reforma performativa” que podría impedir que el próximo Secretario General implemente una visión estratégica más ambiciosa [[2]].
El Riesgo del “Organismo Zombi”: Inoperancia y Captura
El término “organismo zombi”, popularizado por la ministra australiana Penny Wong, no es una exageración retórica, sino una descripción precisa del riesgo existencial que enfrenta la ONU [[8,23]]. Un “organismo zombi” es una entidad que, aunque técnicamente sigue existiendo, ha perdido su capacidad funcional esencial, convirtiéndose en una cáscara vacía [[5,23]]. La combinación de recortes presupuestarios masivos y una reforma reactiva centrada en la supervivencia a corto plazo está llevando a la ONU directamente hacia este abismo. La inoperancia se manifiesta en la incapacidad de las agencias para cumplir sus mandatos básicos. Como se ha detallado, el PMA, ACNUR, OCHA y la OMS ya están reduciendo servicios, cerrando oficinas y recortando personal, lo que significa que millones de personas no recibirán la ayuda alimentaria, médica o humanitaria que necesitan para sobrevivir [[12,15]]. Las operaciones de paz podrían verse reducidas a la mínima expresión o incluso retiradas, lo que dejaría regiones enteras sin una presencia de estabilización [[4]].
Además de la inoperancia, existe el riesgo de la “captura” de la ONU por actores que buscan debilitarla o utilizarla para sus propios fines. Wong advirtió que una ONU disfuncional podría ser manipulada por quienes desean desmantelarla o tomarla por sus aspiraciones [[23]]. Una organización debilitada, con recursos escasos y moral baja, es más vulnerable a la presión de los Estados Miembros más poderosos que buscan imponer su voluntad. La fragmentación y duplicación de funciones, que la propia UN80 reconoce como un problema, crean oportunidades para que los donantes ejerzan influencia a través de fondos etiquetados para proyectos específicos, en lugar de fortalecer las capacidades institucionales centrales [[28,45]]. Esta dinámica ya se observa en la forma en que las decisiones de EE.UU. sobre el financiamiento están dictando la agenda de la ONU, incluyendo la eliminación de fondos para el Fondo Mundial, GAVI y la OMS, y la prohibición de usar el término “género” en documentos de la ONU [[5,22]].
La inoperancia también socava la credibilidad y la legitimidad de la ONU. Cuando la organización no puede actuar en conflictos como Gaza, Myanmar, Sudán o Ucrania debido a la parálisis del Consejo de Seguridad, su relevancia se pone en duda [[64]]. La crisis de liquidez, que obliga a congelar contrataciones y reducir servicios, envía un mensaje de ineficacia y dependencia de los caprichos de unos pocos donantes [[2]]. Esto alimenta la narrativa de los detractores del multilateralismo, quienes ven a la ONU como una “globalización negativa” que no sirve a sus intereses [[23]]. La inoperancia en funciones críticas pero invisibles, como los sistemas de alerta temprana ante desastres o la salud preventiva, puede pasar desapercibida hasta que es demasiado tarde [[23]]. Cuando un desastre natural golpea un país sin un sistema de alerta, las consecuencias son fatales, pero la causa raíz, la falta de financiamiento a la OMM, es ignorada. Este ciclo de inoperancia y desinterés político crea un círculo vicioso que acelera la transformación de la ONU en un “organismo zombi”, una institución que existe en los libros, pero que ya no puede cumplir con su misión de mantener la paz y la seguridad internacionales, promover el desarrollo sostenible y proteger los derechos humanos.
Funciones Críticas en Riesgo: Alertas Tempranas y Otros Sistemas Invisibles
Mientras la atención se centra en los recortes de personal y los déficits presupuestarios, el riesgo más insidioso de la crisis financiera de la ONU es el deterioro de las funciones críticas, a menudo invisibles, que son fundamentales para la seguridad y el bienestar globales. Una de las más emblemáticas es la iniciativa ‘Alerta Temprana para Todos’ (Early Warnings for All), lanzada por el Secretario General Guterres en 2022 con el objetivo de proteger a toda la población mundial con sistemas de alerta temprana para desastres para finales de 2027 [[32,53]]. Esta iniciativa, liderada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), es una de las pocas propuestas de la ONU que demuestra un retorno de inversión claro: cada dólar invertido en sistemas de alerta temprana puede generar hasta quince dólares en ahorros al reducir los daños causados por desastres [[32,55,61]]. Sin embargo, esta iniciativa vital está siendo socavada por la misma crisis financiera que afecta al resto de la ONU.
La OMM, a pesar de su papel crucial, enfrenta una crisis financiera severa. A finales de agosto de 2025, las contribuciones impagas ascendían a 47,8 millones de francos suizos, equivalente al 69% de su presupuesto ordinario para 2025 [[33,50]]. Estados Unidos, su principal donante, no ha pagado sus cuotas de 2024 y 2025 [[33,50]]. En respuesta, la OMM ha implementado recortes, incluyendo la eliminación de 26 puestos y la congelación de contrataciones [[33]]. Aunque la iniciativa ‘Alerta Temprana para Todos’ ha logrado progresos, con 108 países contando con capacidad de alerta temprana multi-amenaza en 2024 (más del doble que en 2015), persisten brechas críticas [[53,54]]. El 50% de los países tienen solo capacidad básica y el 16% opera por debajo de la capacidad básica, especialmente en países frágiles o afectados por conflictos [[11,53]]. La mortalidad por desastres es seis veces mayor en países con sistemas de alerta limitados [[11,53]]. La OMM ha lanzado una nueva iniciativa, el “WMO Commons”, para movilizar 100 millones de dólares en cinco años y salvaguardar la infraestructura global de predicción, reconociendo que el presupuesto tradicional no es suficiente [[66]].
Más allá de las alertas tempranas, otras funciones invisibles están en riesgo. Wong mencionó la prevención de conflictos, la seguridad alimentaria, la asignación de órbitas satelitales, la seguridad aérea y la prevención de la desnutrición en más de 350 millones de niños cada año como funciones vitales que la ONU sigue desempeñando [[23]]. La inoperancia en estas áreas puede tener consecuencias catastróficas. La falta de financiamiento para la prevención de conflictos puede permitir que tensiones locales se escalen a guerras regionales. La erosión de los sistemas de salud preventiva, como los que la OMS intenta mantener, puede llevar a brotes de enfermedades que podrían haberse evitado. La debilidad en la coordinación de la seguridad aérea o la gestión del espectro radioeléctrico puede tener implicaciones para la seguridad global. Estas funciones, aunque no generan titulares diarios, son los cimientos sobre los que se construye un mundo más seguro y predecible. Su deterioro silencioso es uno de los costos más altos de la crisis de la ONU, ya que socava la resiliencia global a largo plazo. La crisis actual amenaza no solo con reducir el tamaño de la ONU, sino con erosionar la red de seguridad global que la organización ha ayudado a construir durante décadas.
Un Diagnóstico Crítico: El Futuro de la ONU en la Balanza
El diagnóstico del actual estado de la ONU es inequívoco: la institución está al borde del colapso financiero y operativo. La crisis no es un simple problema de gestión, sino un fallo político sistémico. La causa raíz no es la ineficiencia de la Secretaría, sino el incumplimiento de los Estados Miembros, particularmente los más poderosos, de sus obligaciones financieras y su compromiso con el multilateralismo [[3]]. La iniciativa UN80, aunque bien intencionada, corre el riesgo de convertirse en una excusa para la inacción política, desviando la atención del problema fundamental del impago hacia una reforma interna que, en su forma actual, parece más un ejercicio de triaje que una transformación visionaria [[2,39]]. Las propuestas de fusiones y reestructuraciones son necesarias, pero sin una base financiera sólida y un mandato político claro, son poco más que intentos de hacer más con menos, hasta que no queda nada que hacer.
El riesgo de que la ONU se convierta en un “organismo zombi” es real y inminente [[8]]. La inoperancia de sus agencias no solo deja a millones de personas sin protección, sino que socava la estabilidad global y abre el espacio para que actores autoritarios debiliten aún más el orden internacional basado en reglas. La parálisis del Consejo de Seguridad ante conflictos devastadores es un síntoma de esta enfermedad más profunda [[64]]. El futuro de la ONU no depende de la voluntad del Secretario General, sino de la decisión política de sus Estados Miembros. Como afirmó la ministra australiana Penny Wong, las potencias medianas y los países pequeños tienen el mayor interés en una ONU fuerte, ya que amplía sus opciones y su poder frente a las grandes potencias [[23]]. Estos países deben asumir un mayor liderazgo para exigir que los grandes donantes cumplan con sus obligaciones y para impulsar una reforma genuina que vaya más allá de los recortes presupuestarios.
La iniciativa ‘Alerta Temprana para Todos’ ofrece un modelo de lo que la ONU puede lograr cuando se le financia adecuadamente: una inversión relativamente pequeña que salva vidas y miles de millones de dólares [[32]]. Este debe ser el modelo para el futuro, no la reducción a una cáscara burocrática. Para evitar la “carrera hacia la bancarrota” que advirtió Guterres, los Estados Miembros deben actuar de inmediato para estabilizar el sistema financiero de la ONU, pagando sus deudas y comprometiéndose con un financiamiento sostenible [[29]]. La reforma debe ser un proceso político, no solo administrativo, con una consulta amplia y una visión clara del propósito de la ONU en el siglo XXI. Si no se toman estas medidas, la ONU podría cumplir su 80º aniversario no como un actor global vital, sino como un monumento a un ideal de cooperación internacional que, lamentablemente, el mundo ya no pudo sostener.
Referencias y textos consultados
- UN Budget, Explained 2025
- UN80: The Secretary-General’s Revised Budget Will Do More Harm Than Good
- UN Chief Calls for Major Reforms to Cut Costs and Improve Efficiency
- UN Peace Operations, July 2025 Monthly Forecast
- Ten Challenges for the UN in 2025–2026
- The World Is Changing Fast: It Is Now Crucial to Restructure the UN
- Urging Strict Oversight of UN Resources amid Severe Budget Constraints
- Wong’s Damning Critique of ‘Zombie’ UN
- WMO Calls for Countries to Ramp Up Early Warning Systems Amid Staff Cuts
- WHO Warns of Severe Disruptions to Health Services Amid Funding Cuts
- UN Officials Call for Worldwide Alert System as ‘Spiraling’ Crises Mount
- The Most Vulnerable Already Severely Impacted by Budget Cuts
- Why Massive Cuts in Funding for International Aid Will Prove Devastating for the Developing World
- The Impacts of Humanitarian Funding Cuts on Anticipatory Action
- As U.S. Foreign Aid Drops, UN Agencies Slash Jobs or Cut Costs
- Countries Are Already Experiencing Significant Health System Disruptions – WHO
- Humanitarian Finance in the Age of Cuts
- The Budget Cuts Tracker
- Executive Summary – Global Humanitarian Assistance Report 2025
- Aid Cuts Leaving Millions Without Support – World Report
- Will This Be the Year of the Big Squeeze on the UN Development System?
- Cuts in Official Development Assistance: Full Report (OECD, 2025)
- UN at 80: Shaping Our Future Together Conference – Australian Minister for Foreign Affairs
- Statement by Senator the Hon Penny Wong at the UN General Debate 2025
- Australia’s Foreign Minister Addresses UN at 80 Conference
- UN General Assembly 78 High-Level Week – National Statement (Australia)
- UN80 Initiative: New Report Charts Proposals for Change Across UN Structures
- Reforming the UN During a Financial Crisis
- United Nations Faces Financial Crisis Without Budget Certainty
- In Hindsight: The Security Council and the UN80 Initiative – What Lies Ahead?
- UN at 80 Needs a New Approach to Reforming the UN Development System
- Strengthen Early Warnings and Climate Action, UN Secretary-General Tells WMO Congress
- UN Weather Agency Makes Provisions for Financial Storms
- IDDRR: Put Aside a Little More Funding for Prevention
- 5 Ways to Fund Disaster Resilience for a Safer Future
- Home | UN80 Initiative
- Open Debate on the Future of the United Nations
- The UN80 Development Proposals: Incremental Efficiency Gains or Opportunity for Transformation?
- Unlocking Reform Capacity: What UN80 Reveals About the Limits and Possibilities of UN Reform
- UN80 Shares Progress on Structural Reforms, Programme Realignments
- UN80: From “Less-with-Less” to “More-with-Less” – GGIN
- Reforming the UN Human Rights System: Defenders’ Voices Matter
- Readout of the Secretary-General’s Meeting with H.E. Ms. Penny Wong
- One Compact Too Far: UN80 and the Humanitarian Reform Malaise
- Executive Summary – Multilateral Effectiveness in a Shifting Landscape (MOPAN)
- Unlocking Reform Capacity (PDF Report, NYU CIC, September 2025)
- UN80: A Missed Opportunity for Transformation?
- UN80 Initiative: Workstream 3 – Shifting Paradigms
- UN80 Initiative: New Report Charts Proposals for Change Across UN Structures and Programmes
- UN Weather Agency Reviews Its Priorities After Funding Is Cut
- Extraordinary WMO Congress Will Accelerate Drive for Life-Saving Early Warnings
- Early Warnings for All – Official Initiative Website
- UN Secretary-General Calls for Rapid Expansion of Early Warning Systems at WMO Congress
- WMO: Let’s Safeguard Humanity Through Science-Based Early Warnings
- EU Statement – UN General Assembly Report on the UN80 Initiative
- UN80 Structural Changes and Programmatic Realignment (Restricted Draft)
- Amid Climate Crisis, Early Warning Systems Vital to Saving Lives
- Early Warnings for All (EW4All) – UNDRR
- SG Guterres on Early Warnings – WMO Event
- Transforming the Secretariat – Overview of WMO Reforms (September 2025)
- UN80 Initiative: Proposed Budget Cuts Disproportionately Hit the Human Rights Pillar
- The United Nations: Looking into the Future, October 2025
- UN Revises 2026 Programme Budget Estimates in Response to UN80
- WMO Unveils New Financing Partnership Initiative to Safeguard Forecasting Backbone
- Early Warnings for All – What Does Success Look Like? (WMO Magazine)
- Secretary-General’s Remarks at High-Level Event on Early Warnings for All
- Scaling EW4All, by All: Advisory Panel Calls for Accelerated Action
- Advisory Panel Joint Statement on Early Warnings for All Initiative
- This Week Has Seen Tremendous Momentum Added to the EW4All Initiative
- Call to Action by the WMO Secretary-General on Accelerating EW4All
- Secretary-General’s Remarks to the General Assembly on the UN80 Initiative
- Shifting Paradigms: United to Deliver – UN80 Final Report
- The UN at 80: What Lies Ahead for Internally Displaced Persons?
- UN80 Signals Major Humanitarian Agency Consolidation
- Early Warnings for All in Focus: Hazard Monitoring and Forecasting (WMO Publication)
- Early Warnings for All | United Nations Climate Action
- Publications – Early Warnings for All Initiative
- Early Warnings for All – What Does Success Look Like? (PreventionWeb)
- Early Warnings for All Initiative – ITU
- United Nations Risks Bankruptcy as Resources Shrink and Demands Grow

