Protestas en la Universidad Nacional. - Foto: Juan Carlos Sierra

Hoy 20 de Julio de 2022, fiesta patria por el llamado día de la Independencia, discusión que se he abordado múltiples veces en tertulias con mi amigo el Doctor en Historia de la Universidad Pablo Olavide de Servilla, España y que no es tema de esta entrada de opinión. Me encontré en el muro del carelibro este escrito que cito a continuación.

Dr. Otto Dörr Zegers, Premio Nacional de Medicina, respecto a la juventud actual en relación al estallido social de Octubre 2019 y al proceso actual que se está viendo en Chile:

Es falso que la generación actual no tienen nada que perder, por el contrario, tienen todo que perder.
“Esta es la primera generación que creció con tres comidas al día, creció con agua potable y alcantarillado, creció con internet, que pudo acceder a frenillos para sus dientes, crecieron carreteando los fines de semana, fumando pitos y siempre teniendo plata para el copete y el sushi.
Es la generación que presume de su último iPhone, el último corte de pelo, el último tatuaje, aro o piercing. Es la primera generación que puede hacer una dieta vegana, vacacionar todos los años y criar un gato con comida para gatos.
Es la generación que tiene una filosofía torcida, apoya el caos en base a sentimentalismos y falacias de falsas analogías, que pide empatía, pero no es empática con su entorno.
Cuando apoyaron la revolución de octubre no tuvieron compasión con los 600.000 cesantes que generaron, no tuvieron compasión con las Sras. Juanitas de la periferia al destruir su medio de transporte.
Es la primera generación que odia al capitalismo, pese a tener una vida más cómoda que sus padres, y abraza las ideas del socialismo tal como la juventud que apoyó a Chávez a principio del 2000.
No es raro que sea la primera generación que el día de mañana escape de Chile ya que, gracias a ellos, la vida se ha hecho imposible, con tanta violencia, caos y falta de empleos, que es posible que no seamos un país viable.
No sabrán lo que habrán perdido hasta que vivan el fracaso de su propia utopía.”

(Tomado del muro de JAS)

Después de leerlo lo relacioné con la capacidad que tenía Orlando Sierra Hernández en su columna Punto de Encuentro no solo de leer la realidad sino también su clarividencia al escribir sobre un personaje ficticio que denominó John Fitzgerald Bedoya. Esta columna fue escrita en el año 2000 cuando según la Revista SEMANACarlos Arango es el responsable de lanzar una ‘papa bomba’ a poca distancia en contra del patrullero Mauricio Andrés Soto Londoño (Oriundo de La Merced, Caldas) en agosto del 2000, quien murió por la explosión“.

Punto de encuentro
El revolucionario gomelo

Orlando Sierra Hernández *

John Fitzgerald Bedoya, estudiante universitario, salió a protestar el miércoles. Estaba dispuesto a desgañitarse en pro de la dignidad nacional. Consideraba un acto imperialista la visita del presidente Bill Clinton a Colombia. Por eso se levantó temprano en su casa de clase media y lo primero que hizo fue prender un computador IBM para enviar un correo electrónico a sus camaradas sobre las consignas a gritar. Hecho ésto, se bañó.

Se afeitó con una Gillette y se echó un poco de loción Gold. Un bluejean Levis, una camiseta de Calvin Klein y unos tenis Reebok, fue lo que vistió John Fitzgerald antes del desayuno. Cuando se sentó a la mesa, ya estaban servidos los Corn flakes de kellogs y el jugo Country Hill que siempre tomaba. Luego llamó a su novia, estudiante del Colombo Americano, para decirle dónde se verían. Se peinó el cabello teñido de zanahoria echándolo hacia atrás al estilo John Travolta, y se dispuso a salir. El tenía conciencia política y estaba decidido a hacer patria.

John Fitzgerald se puso una gorra de béisbol de los Yankees de Nueva York, se subió a su moto, una Honda reluciente con dos gruesas llantas Goodyear y salió. La dejaría en un parqueadero en el centro y luego se uniría a la marcha. Primero pasaría por su almacén de discos preferido para ver si ya habían llegado los últimos álbumes de Bon Jovi y Gung’s and Roses o en su defecto, algo del grupo Blink o Blood Hond Gang.

Estaba francamente indignado con el presidente Pastrana y por eso iba a dar batalla. No podía ser que el gobierno colombiano se arrodillara a Clinton y lo recibiera como amo y señor en Cartagena. Un compañero bastante ingenioso, había hecho en los preparativos de la marcha un chiste que todos aplaudieron por considerarlo más que un rasgo de humor, una pieza de análisis político: “Pastrana es como el pan Bimbo, es blandito porque no tiene huevos”.

“Todo está very good”, pensó cuando vio unos graffitis de “Fuera Clinton” en las viviendas de la avenida por donde transitaba. Los habían pintado sus compañeros la noche anterior. El había estado en la comisión de alimentación para los camaradas que emprenderían la gloriosa tarea de denunciar al “yanqui”, al FMI y al Banco Mundial.

Habían decidido tenerles hamburguesas con Coca-Cola para cuando terminaran.

John Fitzgerald estudia ingeniería de sistemas. Su ídolo, sobra decirlo, es Bill Gates, el dueño de Microsoft y el hombre más rico del mundo.

Ama además las películas con efectos especiales como las de George Lukas y Steven Spielberg. Sharon Stone es su amor platónico, aunque últimamente Julia Roberts le rompe el coco. Play Boy no le falta (tiene una amplia colección, incluido el número donde salió Marylin Monroe); hobby que ha resultado un buen negocio: las alquila a sus camaradas de lucha. Bedoya, apellido que le mortifica, es un hombre de músculos sanos que hace pesas dos veces por semana. Es una especie de fisicoculturista aficionado. Sus biceps se han desarrollado.

Dice odiar al tío Sam con toda su alma, lo considera un explotador irredento y siente que esa nación es la escoria del planeta. Por eso a veces se echa sus discursos y arengas ante los compañeros, aunque como se sabe algo tímido, siempre se atrinchera atrás de unas gafas Ray Ban y de cuando en cuando le pega unas buenas pitadas a un cigarrillo Marlboro para tranquilizarse.

John Fitzgerald Bedoya cree que él y su generación son los herederos naturales de aquellos líderes de los 70s. que recibían bolillo y cárcel por ir rompiéndose el alma a piedra con la policía, aunque creen que aquellos antecesores le fallaron a la revolución. Ya les hicieron un juicio crítico por revisionistas y mamertos, pues creen que sus procederes blandos retrasaron el proceso de liberación. Consideran que se equivocaron al considerarse satisfechos en su lucha antiimperialista con poner a correr la policía, dejándole a lo sumo un par de contusos y muchos con laceraciones menores.

La lucha revolucionaria, piensan él y sus camaradas, no triunfará si los logros se limitan al triunfo moral de dejarle al enemigo unos cuantos magullados. Bombas Molotov y papas explosivas, son los nuevos instrumentos de batalla. Ellos los preparan clandestinamente, metiéndole mucho esfuerzo y muchos de Gatorade o en bien latas de cerveza Budweiser. Con este arsenal, salen a sus mitines. John Fitzgerald, se cubre entonces la cara con un pañuelo y espera a quién tirarle su mortífera papa explosiva elaborada con papel Reynolds, mientras mastica chiclets Adams para calmar los nervios. Entre tanto grita con plena convicción y a todo púlmón: – ¡Fuera el imperialismo Yanqui!

Ya se van a cumplir 22 años de este escrito de Orlando que contrastado con el escrito del Premio Nacional de Medicina en Chile por el estallido social de 2019, me demuestra que la juventud caótica, adoctrinada desde la primera infancia para no sentir contento con nada, sin contexto histórico, por presión de grupo, por adicción a la adrenalina o simplemente por su espíritu caótico, nos llevan, al ser una mayoría por caminos contradictorios a su pensar. En otras palabras aún no tienen el cuerpo calloso. En palabras de René “Josecito, no tienes calle por eso tienes los nudillos blanditos

Por webmaster

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